NUEVA DIRECCIÓN

A partir Febrero 2012 en: http://peronismolibre.wordpress.com

LA REVISTA DEL PERONISMO LIBERAL Colección Noviembre 2009- Febrero 2011

Buscar este blog

26 dic 2009

PANORAMA POLÍTICO SEMANAL

por Jorge Raventos
Fantasmas navideños


En vísperas de Navidad, el gobierno K desplegó una serie de hechos sólo a primera vista contradictorios. Filtró, en principio, la noticia de que el Estado garantizará a los agricultores la compra de alrededor de dos millones de toneladas trigo a unos 600 pesos la tonelada, sosteniendo de ese modo el precio del cereal; el anuncio firme se producirá en Entre Ríos el miércoles 29, apenas superado el Día de los Inocentes.

Por otra parte, el matrimonio presidencial agasajó en Olivos a unas decenas de empresarios meticulosamente elegidos (tanto en las inclusiones como en los vetos: por cierto no fueron convocados los dirigentes de la Mesa de Enlace agropecuaria, ni las figuras más representativas de la Unión Industrial Argentina ni, obvio, Héctor Magnetto, el CEO del Grupo Clarín y figura crucial de la Asociación Empresaria Argentina). La comida fue cordial, no hubo admoniciones ni deditos levantados, sino una cautivante convocatoria al diálogo tranquilo y discreto. ¿Se despertaron nuevas ilusiones en los hombres de negocios? ¿Imaginaron quizás a un Néstor Kirchner conmovido como un Scrooge por los fantasmas de las Navidades? La sabiduría convencional sostiene que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. No dice nada, en cambio sobre las sucesivas ocasiones de tropiezo. El balance de la reunión insinúa que, después de varios años de experimentar en cuero propio el viejo truco de la zanahoria y el palo, la mayoría de los empresarios ha decidido abandonar las quimeras. Sin embargo, todavía los hay que temen la capacidad oficial de retaliación o los que dependen decisivamente del Estado –lo que hoy equivale a la decisión de Olivos- en sus operaciones y su rentabilidad.

En la misma semana de esos gestos hacia sectores del empresariado, Néstor Kirchner aseveraba ante un grupo de los suyos que el oficialismo se prepara “para profundizar el proyecto" porque la elección del 28 de junio sólo “fue una anécdota, y nosotros fuimos la primera minoría”, el gobierno avanzaba sobre las reservas del Banco Central para pagar deuda (eludiendo así contener la hemorragia del gasto público), y los camioneros de Hugo Moyano recibían el respaldo de la señora de Kirchner mientras asediaban a una empresa petrolera.

Los cantos de sirena dirigidos hacia agricultores y hombres de negocios, tanto como los cánticos de guerra y los movimientos desarrollados en otros frentes forman parte de un plan de batalla. Los Kirchner, empezando por el jefe de la familia, no ignoran que el sentimiento privado hacia su gobierno de la mayoría de sus invitados del martes 22 (para no hablar del que reina entre los campesinos) oscila a esta altura entre la desconfianza activa y la hostilidad, pero la familia es más bien conductista: desprecia el diván psicoanalítico y se desinteresa de los pensamientos íntimos; lo que esperan como rédito de sus gestos endulzados por el espíritu navideño, son comportamientos tranquilos: que los empresarios y, al menos, un sector del campo no se sumen a los frentes de tormenta que ya amenazan el año del Segundo Centenario: una opinión pública crispada en la que los juicios favorables al oficialismo no alcanzan a dos de cada diez; un Poder Legislativo que se dispone a abandonar la dependencia, una situación de inseguridad al filo del desborde, una Justicia que empieza a mostrar los dientes, una economía que crea pobres e inflación, provincias y municipios en rojo y jefes territoriales cada día más impacientes, un justicialismo en estado de asamblea que se dispone a recuperar su vida política con autonomía del gobierno nacional.

De todos esos flancos, los que Néstor Kirchner siente como más acuciantes son el de la Justicia y el del peronismo. En el frente judicial el matrimonio presidencial pareció superar una prueba (como habían adelantado muchas versiones) merced al fallo absolutorio del juez Norberto Oyarbide, quien –basado exclusivamente en el informe del Cuerpo de Peritos de la Corte Suprema, un organismo que está a punto de ser reformado en virtud de las sospechas que recaen sobre él- absolvió consideró que el incremento patrimonial de 158 por ciento durante el último ejercicio de la sociedad conyugal Néstor y Cristina Kirchner estaba plenamente justificado. Hay que recordar, no obstante, que "Oyarbide en principio es un buen juez que puede equivocarse. Todos los jueces de primera instancia son revisados por la Cámara y luego por la Corte". Sobre todo, hay que tomar en cuenta este dato si quien lo evoca es el decano del Supremo Tribunal, Carlos Fayt. El magistrado advirtió además que, dado que seguramente tendrá que pronunciarse sobre este asunto, “sólo podemos hablar ante la prensa de lo adjetivo, no de lo sustantivo”. Lo “adjetivo” parece ser que el fallo de Oyarbide es revisable.

Her allí un tema judicial inquietante para los Kirchner. Hay otros: aparecen denuncias de sobreprecios en muchísimos expedientes de compras del Estado. El último, hasta la Navidad, fue el de los veinte aviones Embraer cuya adquisición para la (incompletamente) estatizada Aerolíneas Argentinas comprometió el gobierno “por razones políticas”, según confesó la señora de Kirchner. El abogado Ricardo Monner Sanz denunció que el precio establecido en esa operación supera en hasta 6 millones de dólares por aparato la cotización de mercado y también el precio abonado por otras compañías aéreas. Hay una larga nómina de asuntos crematísticos que se investigan en Tribunales: varios tienen que ver con las relaciones entre el gobierno K y el régimen que preside Hugo Chavez en Venezuela (la célebre maleta de Antonini Wilson, con dinero “para la campaña”, las irregularidades denunciadas por un diplomático de carrera en la administración de un fideicomiso de 90 millones de dólares, por sólo citar dos), el caso Skanska y, por cierto, el tema de los medicamentos truchos y la efedrina, que no sólo involucra a obras sociales de gremios amigos del gobierno, sino al financiamiento de la campaña electoral de Cristina de Kirchner y, de acuerdo a los últimos hechos difundidos, rozaría inclusive al jefe de gabinete, el contador Aníbal Fernández.

En su condición de ex intendente del conurbano (Fernández fue lord mayor de Quilmes) el hoy ministro coordinador mantendría relaciones con personas sospechadas de algunas operaciones letales. Después de haber obstruido la acción de la Justicia (“como elefante en un bazar”, según una magistrado de la Corte Suprema) Fernández incorpora con estas nuevas revelaciones más motivos para los reclamos de la oposición legislativa, que aspira a someterlo a juicio político y también a inaugurar con él el mecanismo de la remoción por “moción de censura” que establece el artículo 101 de la Constitución (Artículo 101.- El jefe de gabinete de ministros (…)puede ser interpelado a los efectos del tratamiento de una moción de censura, por el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cualquiera de las Cámaras, y ser removido por el voto de la mayoría absoluta de los miembros de cada una de las Cámaras”).

En fin, en el plan de batalla de Néstor Kirchner, con tantos costados expuestos, un eje central es el manejo del Partido Justicialista, particularmente el del distrito bonaerense. Es en ese punto donde ha salido a desafiarlo Eduardo Duhalde cuando anunció que será candidato en 2011. Por el momento esa candidatura es casi una metáfora, quizás inspirada por un epigrama de don Hipólito Irigoyen: “En este país hay que ser presidente para poder ser portero de comité”. Duhalde sabe que el 2011 está muy lejos, pero sabe también que él, como dirigente de la provincia de Buenos Aires, no puede darse ese lujo que se permite Carlos Reutemann: administrar los tiempos . “La situación de Santa Fe es distinta a la de Buenos Aires –explicó Duhalde, para quienes quieran entenderlo-. Yo estoy donde están los cuarteles generales de Kirchner y tengo la necesidad de empezar a trabajar y organizar para que nunca más (Kirchner) sea dirigente, por lo menos en mi provincia". Habla un dirigente de la provincia de Buenos Aires. Aunque esgrime una candidatura nacional, Duhalde sabe que una condición previa e ineludible (aunque no suficiente) reside en desarticular el dispositivo de poder de Néstor Kirchner, que el hombre de Lomas ha bautizado como “liderazgo extorsivo”, cuya base territorial, sin asentamiento serio en ninguno de los otros grandes distritos, es hoy casi exclusivamente bonaerense.

Las movidas de Kirchner hacia los productores de trigo y hacia sus huéspedes empresariales son dos sospechosas banderas blancas izadas por un hombre acosado por las circunstancias que él mismo creó, son maniobras distractivas de un hombre personalmente comprometido en una guerra en la que no puede triunfar y en la que no se puede permitir la capitulación.

19 dic 2009

PANORAMA POLÍTICO SEMANAL

por Jorge Raventos

Ni Valenzuela es Braden
Ni Kirchner es Perón


Cuando, un siglo atrás, la Argentina se preparaba para festejar el Primer Centenario, el país no carecía, por cierto, de conflictos, pero esas tensiones estaban enmarcadas en un movimiento de crecimiento general. La Argentina tenía un lugar en el mundo: en términos numéricos se contaba entre las diez naciones más ricas del planeta; centenares de miles de inmigrantes se integraban al país, trabajaban, se educaban y educaban a sus hijos, ascendían socialmente; impulsaban cambios políticos que dos años más tarde se cristalizarían en la Ley Saenz Peña y poco después, puestas las primeras vigas de la democracia electoral, en la asunción como presidente de un caudillo popular apoyado en los inmigrantes y el criollaje.

A escasos días de ingresar en el año del Segundo Centenario, el país parece lejos de lo que se vislumbraba un siglo atrás. Como resultado de una política que se autodefine impulsora de un “modelo productivo y de distribución”, la Argentina termina 2009 en recesión y con inflación y lo que verdaderamente se distribuye es la pobreza. Surge hasta de las estadísticas oficiales que, pese a que durante varios años el país vivió tiempos de vacas gordas gracias a los buenos vientos de la economía mundial, el 70 por ciento de la población argentina recibe hoy menos de 600 dólares por mes y la mitad de las 15 millones de personas que trabajan como empleados, por cuenta propia o como patrones ganan menos de $ 1.500 (unos 400 dólares) por mes. Esas mismas estadísticas informan que en estos años la riqueza se ha concentrado aún más en pocas manos. Lo dicen las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec): el segmento más rico gana 26,2 veces más dinero que los pobres. La brecha creció tres puntos del año pasado a este. En el segundo trimestre de este año el 10% más rico de la población se quedó con el 32,9% de los ingresos mientras que el 10% más pobre sólo se adueñó del 1,3% de los ingresos. ¿Modelo distributivo?

Bien: a principios del siglo XXI transitamos ya por lo que muchos analistas llaman “sociedad del conocimiento”. Se dice que “la educación es el nuevo nombre de la justicia social” o, lo que se parece: abrir el camino al conocimiento equivale a distribuir recursos de capital, y esto es más importante que repartir ingresos. ¿Será quizás eso lo que está pasando en esta Argentina? ¿Estaremos mal en materia de riqueza, pero al menos estaremos mejor en materia de educación? No exactamente. En las evaluaciones internacionales sobre educación el país aparece decayendo. Por ejemplo: el Programme for International Student Assessment (PISA), una prueba que promueve la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo, analiza cada tres años las capacidades y rendimiento de estudiantes de la escuela media de unos 60 países. En la última de esas pruebas, donde se midieron performances de alumnos de 57 países, Argentina quedó colocada en en el puesto 52 en matemática y en el 53 en lectura y comprensión de textos. En el año 2000, Argentina había alcanzado el puesto número 34 en matemáticas y el número 35 en comprensión de textos: en pocos años el descenso fue abismal. Hoy se encuentra por debajo de todos los países de América Latina.

No es para menos: el país incumple sistemáticamente la norma que establece que los alumnos deben tener un mínimo de 180 días de clase al año. Nuestros vecinos del Mercosur tienen más días de clase que la Argentina y además, la mayoría de sus alumnos asisten a escuelas de doble jornada. Así, el país retrocede en materia de distribución del ingreso y también en lo que hace a formación y educación. La escuela pública, que era un orgullo argentino en el primer centenario, se encuentra en decadencia. Tanto, que hasta amplios segmentos de sectores humildes, a costa de enormes esfuerzos, envían a sus hijos a escuelas privadas en su ansiosa búsqueda de garantizarles una educación adecuada.

Es aconsejable conocer adecuadamente los resultados reales del “modelo de producción y distribución”, porque es en nombre de esa performance que el gobierno justifica medidas que atropellan el derecho de propiedad, el federalismo y el equilibrio institucional. Fue arguyendo una mejor distribución que se confiscaron las cuentas jubilatorias individuales de millones de asalariados para fundirlas en el barril sin fondo de la ANSES y financiar con ese dinero desde consumos privados hasta aventuras como la televisación estatal del fútbol . Es en nombre de ese modelo que se consumó precipitadamente una ley de medios de finalidad expropiatoria y manipulatoria que los jueces empiezan ya a declarar inconstitucional.

No los rasgos invocados por el gobierno sino la naturaleza real del modelo – inflacionario, recesivo, fiscal y políticamente unitario, socialmente regresivo y distribuidor de pobreza- es lo que conduce al creciente aislamiento y al incremento de las acciones de fuerza y las brusquedades institucionales. Figuras destacadas del gobierno (desde el jefe de gabinete a la señora de Kirchner) han maltratado a la Justicia en los últimos días. El contador Aníbal Fernández desatendió, desobedeció y obstruyó una orden de un juez y usurpó funciones de la Justicia al asumir la postura de árbitro de constitucionalidad de los fallos de un magistrado y de la procedencia de las medidas de otro. La señora de Kirchner, fastidiada también por decisiones de los tribunales, imputó a los jueces dependencia “de poderes económicos”. El gobierno, acostumbrado a actuar con una suma de poderes, empieza a sentir la fuga: el Congreso, con su nueva integración, resistirá la condición de escribanía a la que el ejecutivo lo redujo durante varios años. Los jueces descubren que pueden ahora actuar con mayor margen. Algunos gobernadores saben ya que pueden devolver al poder central las extorsiones de las que han sido víctimas. El cordobés Juan Schiaretti, volviéndose fuerte desde la debilidad financiera a la que fue arrinconado por la concentración de recursos federales en la caja central, amenazó nuevamente con apelar a la emisión de bonos para pagar las obligaciones de la provincia. La Casa Rosada acudió enseguida y pagó sus deudas a los cordobeses para evitar esa medida –que quizás se vuelva inevitable muy pronto- , pues sabe que ese ejemplo sería emulado por otros distritos que tienen iguales dificultades.

Si los gobernadores empiezan a imaginar medidas de autodefensa, la actitud también es ensayada por muchos intendentes de la provincia de Buenos Aires: Néstor Kirchner ya empieza a sentir el frío a su alrededor.

La discrecionalidad del gobierno queda cada vez más acotada y se vuelve cada vez más notoria e irritante.

El gobierno, por su parte también se irrita. Al hacerlo, profundiza su aislamiento. Sobreactuó su reacción airada contra el enviado de Barack Obama, que osó hablar de lo obvio: la inseguridad jurídica. Desde Olivos imaginaron que pelearse coléricamente con el subsecreatrio de Asuntos Latinoamericanos de Estados Unidos podía ser políticamente redituable y buscaron entonces alguna reacción pavlovianamente “antiimperialista” en la opinión pública o, al menos, en la propia tropa. Sólo Hugo Moyano, algunos periodistas de Canal 7 u algunos intelectuales de Carta Abierta respondieron al estímulo. Fuera de eso, nada. Es que en Olivos deberían comprender que ni Arturo Valenzuela es Spruille Braden ni Néstor Kirchner es Perón. Ni el 2010 es el mítico 1945.

15 dic 2009

DOCUMENTO CONFEDERACIÓN DE AGRUPACIONES PERONISTAS PORTEÑAS

LA HORA DE LA MILITANCIA
Para reconstruir el peronismo porteño.

Los hechos revelan el agotamiento de la estrategia de concentración de poder político y económico implementada por Néstor Kirchner, que genera hoy el rechazo de la gran mayoría del pueblo argentino, como quedó expresado en el pronunciamiento popular del pasado 28 de junio.

Este gobierno nada tiene que ver con el peronismo. El verdadero “partido gobernante” en la Argentina de hoy no es el peronismo sino el “Partido del Estado Unitario”, financiado con el presupuesto nacional. Su base de sustentación material es la subordinación económica de las provincias y los municipios al poder central, que arrasa con la vigencia del federalismo y las autonomías locales, incluida la de la ciudad de Buenos Aires, para disciplinar políticamente a gobernadores e intendentes. La Argentina es actualmente un Estado unitario y el gobierno necesita imponer esa condición al propio peronismo para poder subsistir.

Ese sistema de “Partido del Estado Unitario” es coherente con la estrategia orientada a crear un “capitalismo de amigos”, para beneficiar a un pequeño grupo de empresarios privilegiados, que conforman una oligarquía que prospera en virtud de sus lucrativos vínculos con el Estado, especialmente en materia de obras de infraestructura, y cuenta con la ayuda oficial para apropiarse de empresas petroleras, de compañías concesionarias de servicios públicos o de actividades que funcionan bajo licencia estatal, como el negocio del juego, así como de medios de comunicación social.

Mientras tanto, más allá de las mentiras del INDEC, los indicadores que más crecen en la Argentina son los que miden el avance de la pobreza y la desigualdad social. La Argentina padece el “escándalo de la pobreza”, que afecta a cerca del 40% de la población. Millones de compatriotas sumergidos en el desempleo o el empleo precario, la pobreza y la marginalidad social, agravados por los alarmantes índices de inseguridad pública y la expansión de la droga y el narcotráfico (en toda la Argentina y también en la ciudad de Buenos Aires), exigen respuestas efectivas, que no pasan por un asistencialismo de corto alcance, ni por un clientelismo que degrada la condición de los más humildes.

Esta estrategia de acumulación política y económica impulsada por el kirchnerismo llevó a la “estatización” del Partido Justicialista, cuyo Consejo Nacional fue convertido en una oficina pública y sus miembros en una mera comparsa de acompañamiento de Kirchner. Mientras, en la ciudad de Buenos Aires, el Partido Justicialista fue transformado en un simple sello, vaciado ideológicamente y carente de toda presencia política e inserción social.

El peronismo no nació para ser “pata” de nadie, ni en la Argentina ni tampoco en la ciudad de Buenos Aires. Su misión es conducir a la Argentina toda por el camino de la Felicidad del Pueblo y la Grandeza de la Patria. Por eso estamos dispuestos a luchar, desde adentro del peronismo y nunca desde afuera de él, para cumplir con ese legado de Perón y Eva Perón.

Desde la Confederación de Agrupaciones Peronistas Porteñas, concebida como una iniciativa abierta a la participación de toda la militancia del distrito, vamos a participar en la reorganización del peronismo a nivel nacional, en estrecha vinculación con la Confederación de Agrupaciones Peronistas de la Provincia de Buenos Aires y con los bloques legislativos del Peronismo Federal constituidos en las dos cámaras del Congreso Nacional.

Al mismo tiempo, y como tarea propia e irrenunciable, asumimos la responsabilidad impostergable de impulsar la recuperación del Partido Justicialista de la ciudad de Buenos Aires, para forjar un instrumento que canalice el debate y la elaboración de propuestas, la constitución de equipos de gobierno, la formación de cuadros y dirigentes, la activa participación de la militancia y la integración de las representaciones orgánicas de la mujer, de las organizaciones sindicales, de la juventud, de los profesionales y técnicos y de todos los sectores de la comunidad.

En esa misma dirección, nos proponemos impulsar una activa participación del peronismo en el proceso de institucionalización y elección de autoridades de las comunas porteñas. Igualmente, queremos abrir un diálogo constructivo con todas las fuerzas políticas del distrito para establecer coincidencias básicas sobre la afirmación de la autonomía de la ciudad de Buenos Aires en el contexto de una Argentina federal, en particular en relación a la seguridad pública, el transporte, la regulación de los juegos de azar y demás cuestiones fundamentales para la ciudadanía porteña.

Queremos organizar al peronismo porteño, a partir de la movilización de la militancia, para convertirlo efectivamente en una alternativa de gobierno para la ciudad de Buenos Aires en las elecciones legislativas y para la Jefatura de Gobierno del 2011.

El pueblo argentino, y en especial los vecinos de Buenos Aires, observan como la acción política está reducida hoy a la alquimia electoralista y a la multiplicación de operaciones publicitarias, que sólo buscan promocionar candidaturas mediáticas y cautivar a la opinión pública mediante el empleo de técnicas de marketing que promocionan imágenes separadas de los hechos.

La Argentina, que hoy navega a la deriva, requiere que la política vuelva a ser capaz de definir con claridad un rumbo estratégico, una visión de mediano y largo plazo que guíe su destino por varias generaciones. Desde 1945, el peronismo supo reinventarse ante cada uno de los desafíos que nos planteó la historia. Y la doctrina justicialista, inspirada en las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia, pudo adecuarse a la evolución de los tiempos. Las nuevas condiciones del siglo XXI reclaman nuevamente ese ejercicio de actualización doctrinaria, para definir los contenidos concretos que tiene hoy el objetivo permanente de edificar una Patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

Esa nueva actualización doctrinaria demanda una propuesta organizativa y programática acorde con los tiempos, que brinde respuesta a los problemas que afectan a los argentinos de carne y hueso. Ese es el punto de partida para volver a poner al peronismo como eje de un proyecto nacional. Así podremos forjar la gran alternativa política superadora que nos permita otra vez encarnar, en la Argentina del Bicentenario, el camino de la esperanza.

CONFEDERACIÓN DE AGRUPACIONES PERONISTAS PORTEÑAS

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 9 de Diciembre de 2009.

12 dic 2009

PANORAMA POLÍTICO SEMANAL

por Jorge Raventos

La utopía del "país normal"

A principios de este milenio, importando (sin pagar licencia) una consigna del travestido comunismo italiano, Carlos “Chacho” Alvarez proponía como objetivo de -¿se acuerdan?- la Alianza , hacer de la Argentina : “un país normal”. Aunque él lo ignorase, Alvarez se inscribía con ese lema en lo que Jorge Asís (en rigor, la licenciada Carolina Mantegari, su sombra) denomina “el ineludible autocolonialismo cultural”, una acendrada vocación de sectores de la intelligentzia predispuestos a copiar frases y fórmulas surgidas de otras experiencias y a practicar la autoincriminación nacional. Proponer la “normalización” del país equivale, si bien se mira, a diagnosticar una enfermedad, una excepcionalidad argentina y a recetar consecuentemente una terapia específica para “anormales”.

Es cierto, los argentinos tenemos nuestras extravagancias: aquí se han secuestrado o mutilado cadáveres ilustres y se ha hecho un paralelo culto de los muertos; se ha ametrallado o atormentado a líderes gremiales, militares, estudiantes o guerrilleros; aquí se ha instaurado el “matrimonialismo” como modelo de ejercicio presidencial y se invoca la equidad social para justificar un brutal proceso de centralización y concentración de la riqueza. Pero “anormalidad”… ¿por comparación con quién?, podría preguntarse.

Veamos: ¿con países donde presidentes o primeros ministros mueren asesinados, como Estados Unidos o Suecia, o donde ex presidentes mueren envenados, como hoy se sospecha que le ocurrió a Eduardo Frei Montalva en Chile? ¿La comparación es quizás con ese país hermano en el que un ex sacerdote y hombre de ideas progresistas a poco de asumir la presidencia se ha visto enfrentado a la existencia de un número extenso (y creciente) de hijos surgidos de diversas relaciones obviamente extramatrimoniales? ¿Con la Italia del mismísimo Silvio Berlusconi, criticado desde algunos medios por sus fiestas zafadas y sus escorts? ¿Con la Francia donde el ministro de Cultura, sobrino de un ex presidente, exalta el turismo sexual a destinos exóticos? En fin, la lista podría continuarse hasta agotar el catálogo de miembros de las Naciones Unidas: hay una inconducente falta de perspectiva en esa inclinación a atribuir a algún metafísico mal nacional los problemas que el país afronta cuando debe abordar los desafíos de progresar, de vincularse con el mundo o de hacerse cargo de las transformaciones de la época.

Conviene, más bien, registrar sin disimulos ni subterfugios los problemas a resolver y hacerlo con pensamiento propio, en lugar de esconderse tras anteojos ajenos o excusas ideológicas.

Abel Parentini Posse es un reconocido intelectual y un polemista sin pelos en la lengua. Se podrá adscribir o no a muchas de sus afirmaciones, pero lo que no puede negarse es que su estilo, lejos de inscribirse en la línea insípida y esterilizada de lo “políticamente correcto”, se ubica en la estirpe sanguínea, atrevida y provocativa que ejercitaron los mejores pensadores de la Argentina, de Sarmiento y Alberdi a Leopoldo Lugones o Arturo Jauretche, de José Hernández y Olegario Andrade a Ramón Doll o Rogelio Frigerio.

Esta semana, en un movimiento inesperadamente audaz , Mauricio Macri designó a Posse ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, en lugar de Mariano Narodowsky, un técnico prolijo que, pese a moderar sus posturas pedagógicas más filosas para no chocar frontalmente con el establisment educativo y gremial, terminó siendo empujado fuera de su cartera con una rocambolesca historia de espionaje destinada en principio a descalificar la instauración de la policía porteña.

Era esperable que la figura de Posse suscitara el rechazo de los sectores dominantes en el sistema educativo. Resulta interesante observar que ese rechazo asumió la intención de una proscripción ideológica, se pareció al deseo de instaurar una suerte de delito de opinión.

“Mussolini y Hitler son un poroto al lado de este personaje”, aventuró un gremialista y legislador kirchnerista, Francisco Nenna. Después de esa moderada analogía, concluyó que Posse “es un personaje nefasto que no puede estar al frente de un sistema educativo”.
“Tendría que responder por qué fue diplomático en la dictadura militar”- increpó sin demasiada coherencia el secretario general de uno de los gremios docentes , Manuel Gutiérrez. Esa pregunta podría hacérsela a los afiliados a su sindicato, y los maestros y profesores que siguieron en sus puestos durante los años del Proceso le responderían, con toda lógica, que no querían abandonar la profesión para la que se formaron. ¿Sería ese un crimen, acaso?

El barullo alrededor de Posse se generó porque el flamante ministro porteño había dicho por los medios algunas cosas que sus opositores prefirieron adjetivar antes que discutir. Por ejemplo, Posse, interrogado sobre el tema de la seguridad, afirmó que “en nuestro país el gatillo fácil lo tienen los delincuentes”, que “reprimir es obligación del Estado” y que “cuando se asesina disparando sobre alguien indefenso, a los 14 o 16 años, no hay niño que valga, la entidad ‘asesino’ prevalece sobre la entidad biológica”.

Esos juicios, que para dirigentes como Nenna o Gutiérrez convierten a Posse en alguien peor que Hitler y para algunos columnistas expresan “una derecha rancia”, pueden ser minoritarias en los círculos bienpensantes pero reflejan con enorme nitidez lo que opinan amplísimos sectores del popolo minuto, que es la víctima principal de la delincuencia y el que más sufre la “sensación de inseguridad”, para decirlo con la célebre frase de Aníbal Fernández. “¿Qué cantidad de poder tendrá que tener el futuro gobierno democrático después de la demolición institucional de los K y la anarquización, desjerarquización e indisciplina que van de la misma familia, al colegio, a la universidad?”, se preguntó el futuro ministro de Educación.
Se refirió también a cierta acción gremial de los sindicatos docentes, quejándose de quienes “negocian sobre los chicos, que es como ponerles un revolver en la cabeza”. La imagen podrá sonar fuerte, pero no está mal que un ministro de Educación recuerde que el centro y el objetivo del sistema son los niños y su formación, y que a ese objetivo deben subordinarse todos los medios disponibles.

La situación general y la jerarquía de valores están tan desquiciadas que hablar desde el sentido común parece una desmesura.

El movimiento que llevó a Mauricio Macri a designar a Posse pareció formar parte de un giro más amplio del jefe porteño: sus principales designaciones de mitad de mandato estuvieron ligadas a una mayor politización de su gabinete, hasta ahora caracterizado más bien por lo técnico y por la ilusión de una gestión neytral y eficaz. Además de Posse, Macri incorporó como ministro a Diego Santilli, una expresión del peronismo dentro del Pro. Si se recuerda que Posse forma parte del Movimiento Productivo Argentino que orienta Eduardo Duhalde y fue acercado al jefe de gobierno por Ramón Puerta, una de las primeras espadas del peronismo federal, habrá que deducir que Macri encara la segunda etapa de su gobierno capitalino mirando a una estrategia nacional en la que busca estrechar los vínculos con el peronismo no kirchnerista.

En la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli también introdujo cambios en su equipo coincidentes con la mitad de mandato. Su hermano José dejó la secretaría general y allí probablemente arribe un hombre de mucha confianza del gobernador, Javier Mouriño. Se fue asimismo Claudio Zin, del ministerio de Salud, una cartera golpeada por el escándalo de los medicamientos adulterados. Pero los problemas que afronta Scioli van más allá de los temas de gabinete. La dependencia bonaerense de los recursos que la caja central le provee con cuentagotas complica la gestión y provoca malestar político.Los problemas en el terreno de la seguridad son un epifenómeno de enorme repercusión de esa cuestión de fondo.

Los jefes territoriales del Gran Buenos Aires deliberan en las últimas semanas en diferentes cenáculos, alguno coordinado por Sergio Massa, otro –más vigoroso- contenido por el vicegobernador Alberto Balestrini. Hay preocupación por la situación de la provincia, hay malestar por la presión que Néstor Kirchner ejerce sobre el distrito. Hay inquietud por el proyecto que se cocina en Olivos de establecer a un “pingüino” (¿Julio De Vido?) como administrador de un fondo especial, en una suerte de intervención financiero-política de la provincia. La combinación de todas esas dificultades constituye la pesada cruz que Daniel Scioli viene cargando.

En el riñón del gobierno de la familia Kirchner empieza a cundir el temor por la situación bonaerense. Menos por los padecimientos del gobernador que por la certeza de que una crisis en el distrito representa una peligro mortal para la gobernabilidad.

10 dic 2009

LA FUSIÓN PERONISTA-LIBERAL

por Diana Ferraro

Después de los éxitos de los años 90, cuando peronismo y liberalismo, sin demasiado trabajo teórico previo, se unieron en feliz coincidencia en un programa estratégico para la Argentina, se vuelve a avizorar, en la década próxima a iniciarse, la misma unión política, más sólida y mejor estructurada. A pesar de lo que para muchos puede aún continuar siendo un oximoron político, abundan los presupuestos para volver a pensar un matrimonio político fértil entre las dos corrientes que han combatido con más encarnizamiento durante buena parte del siglo XX. Sin embargo, toda vez que se contempla una fusión política peronista-liberal, existen resistencias a vencer, muy definidas y visibles dentro de ambas corrientes de pensamiento.

Dentro del liberalismo, se puede considerar ya superado el factor racista que determinó buena parte de lo que el peronismo denominó gorilismo. En este caso, quedó un saldo a favor del peronismo que logró demostrar su razón histórica, al incorporar las grandes mayorías nacionales al poder político y al producir el milagro sociológico, único en la América Latina de su tiempo, de convertirlas en una rotunda clase media. Pero, con comprensible razón, el liberalismo desconfía de ciertas actitudes muy arraigadas dentro del peronismo y que, después de los gobiernos de Duhalde y de ambos Kirchner, no parecen sino haber empeorado. A saber, el abuso de poder por encima de la Constitución, la escasa vocación republicana, la corrupción siempre latente en aquellos que encuentran en el Estado la ocasión de enriquecerse y transformarse a su vez en aquella oligarquía tan envidiada y, lo que parece ser la marca en el orillo de los argentinos por un excesivo apego a los modelos europeos, el estatismo siempre preferido a la libertad de la iniciativa privada. En este sentido, es el peronismo el que tiene que hacer un gran esfuerzo de modernización, no de su doctrina –que expresa las creencias populares y el sistema de valores cristiano que le dieron origen—sino de sus instrumentos. Dentro del conjunto peronista, ya se ha avanzado mucho en la conciencia de la necesidad de un respeto absoluto a la Constitución y en la conveniencia colectiva de una perfecta institucionalidad, respetando la independencia de los tres poderes. Si bien el kirchnerismo, desde sus posturas de izquierda setentista continúa atrasando en este tema, el resto del arco peronista desde el duhaldismo al peronismo disidente, pasando por un menemismo también evolucionado en este aspecto, se puede decir que el encuentro con el liberalismo es total, en lo hace a la actitud republicana.

Donde el peronismo y también el movimiento afín más liberal del PRO, continúan haciendo agua, es en la revisión de los instrumentos administrativos, de gestión, de política económica y de política exterior. Ideas muy arraigadas acerca de la superioridad del estatismo --siempre centralista, además-- o de la conveniencia para la Argentina de tener mejores lazos con Europa que con los Estados Unidos, se han transformado en clichés políticos paralizantes que impiden pensar propuestas ambiciosas y renovadoras para la Argentina. Existe un lastre ideológico no identificado que perturba el correcto análisis de muchos de los problemas argentinos y equivoca, por lo tanto, las soluciones. La incoherencia fiscal es uno de los ejemplos más evidentes, ya que aún no se ha hecho un estudio serio para replantear el modelo impositivo federal, llave del crecimiento nacional. Peronismo y liberalismo deben no solo entablar una discusión desprejuiciada sobre la descentralización administrativa, la privatización y tercerización de servicios estatales, sino trabajar en la creación de una estructura impositiva genuinamente federal, en la cual las provincias recauden y administren sus impuestos, coparticipando a la Nación, en vez de a la inversa, como en la actualidad. Estas discusiones deben suceder mucho antes de que un presidente peronista liberal o liberal peronista llegue al poder, de modo de evitar muchas de las confusiones que malograron los éxitos de los años 90. Es importante volver a hacer notar que el estallido final de la economía a fines del 2001, se produjo por la errada visión de dirigentes anti-liberales como Duhalde y Alfonsín que apuraron una situación que podría haber tenido otro final, si el peronismo hubiera estado más en claro en los aspectos administrativos provinciales, y la población mejor instruida e informada sobre las reformas pendientes.

Así como en los 90, fue el liberalismo el aportó el bagaje teórico para la modernización de la economía, ahora es el peronismo el que debe completar ese bagaje, añadiéndole sus mejoras, en especial aquellas que se extrañaron bastante en esa década y cuya falta se siente muchísimo más ahora, y que hacen al cuidado y a la efectiva promoción de millones de personas degradadas otra vez a la categoría de pueblo marginal, como si el peronismo nunca hubiera existido. Esta degradación tiene su origen principalmente en la falta de una adecuada compresión de los instrumentos de la modernización por parte de la dirigencia política peronista, que no acompañó en su momento la revisión de los instrumentos de política económica, con una revisión modernizadora de los instrumentos de política social.

La política exterior fue muy bien encaminada en los 90, en una fértil asociación del peronismo doctrinariamente nacionalista, continentalista y universalista con el liberalismo globalizador. Luego, sin embargo, los caminos se separaron y, mientras que el peronismo se esmeró en cultivar una visión provinciana del continentalismo, encerrándose en las propuestas del Mercosur o en las de la asociación bolivariana de Chávez, el liberalismo se inclinó por una visión globalista generalizadora, abandonando detrás del desinterés de los Estados Unidos por la región después de Septiembre de 2001, todo objetivo continentalista. Está aún pendiente, tanto en la Argentina como en los Estados Unidos, la discusión sobre una comunidad americana, no sólo de libre comercio, sino política y militar. En este caso, es el peronismo el que por su propia vocación específicamente continentalista, debería plantear el debate y las iniciativas a llevarse a cabo con otros sectores afines, oficiales o no, en todo el continente. El continentalismo es, para la Argentina, el eslabón perdido en su proceso de globalización. De algún modo, también representa una gran oportunidad perdida para los Estados Unidos, y es en esta confluencia que peronismo y liberalismo pueden volver a encontrarse, para entrar con una mayor y distintiva fuerza en el proceso globalizador.

La fusión del peronismo y el liberalismo en un proyecto teórico común, debería continuarse luego en la organización de un espacio institucional. En las sucesivas discusiones en el Foro Partido Justicialista, exploramos la idea de que, una vez removido Kirchner de su ilegítima presidencia partidaria, fuese el Partido Justicialista el que albergase la fusión. Como heredero de la tradición más conservadora y ya renovado en parte durante los 90, y siendo el gran partido nacional más reciente y moderno, le corresponden los honores de dueño de casa. Como continua siendo una casa usurpada, el brote de partido alternativo del PRO puede crecer en la circunstancia, ofreciéndose como segunda opción, sin descartar una tercera, un nuevo partido armado con toda la decisión e inversión necesaria. Por algunos meses, el envase es lo de menos, siendo más importante crear conciencia acerca de la fusión y promover un debate público sobre todos aquellos temas que hace tiempo no se revisitan con la energía necesaria.

Peronistas y liberales pueden, como representantes de las dos corrientes culturales más profundas de nuestro pueblo, aunarse en un espacio que exprese ese conservadorismo cultural, hoy ya sumado en el acervo histórico y espiritual de los argentinos, y sólo contestado por aquellos que se resisten a abrevar en alguna de esas dos fuentes que formaron nuestro país, y recurren a otro tipo de inspiración, marxista, socialista o social-demócrata de raíz europea. Católicos o masones, protestantes o judíos, los peronistas y liberales tienen hoy en común la espiritualidad de su fe y su visión trascendente de la historia común. Si durante los siglos pasados tendieron a enfrentarse por sus diferentes versiones de la historia, el siglo XXI los encuentra automáticamente alineados, unidos y sin grietas, frente al ateísmo y al terrorismo islámico.

Cuando sólo algunos prejuicios del pasado separan dos poderosas fuerzas, y cuando el único futuro posible de la Argentina reclama su obligatoria unión, la hora no podría ser más propicia. El destino final de una Argentina próspera y feliz, requiere simultáneamente el aval y sostén de las grandes mayorías y el gobierno de la estricta modernidad del liberalismo.

8 dic 2009

EL LIBERALISMO Y LA CONSTRUCCIÓN DE PODER

por Jorge Raventos

(Texto de la intervención de Jorge Raventos en el marco del Seminario Los Desencuentros de la Libertad en América Latina, organizado por la Fundación Friedrich Naumann y la Universidad de Belgrano. Del panel participaron asimismo el escritor Marcos Aguinis, el sociólogo Marcelo Leiras, de la Universidad de San Andrés, y Eduardo Marty, Director Ejecutivo de la Fundación Junior Achievement)

Uno de los problemas del liberalismo para desplegarse como fuerza política eficaz en nuestros países ha sido, probablemente, que el centro de su concepción se basó en lo que Isaiah Berlin llamó "libertad negativa", es decir, el proyecto de limitar la autoridad antes que desarrollarla y ejercerla. O, como resume esa postura Mario Vargas Llosa, el ver "siempre en el poder y la autoridad el peligro mayor".
Para esa visión liberal –sostiene Vargas Llosa- "mientras menor sea la autoridad que se ejerza sobre mi conducta, mientras ésta pueda ser determinada de manera más autónoma (…) sin interferencias ajenas, más libre soy".
Una mirada de esta naturaleza está, por definición, condenada al fracaso político, ya que no sólo sospecha de los poderes existentes, sino que desconfía del poder per se y renuncia a construir poder, que es el sentido de la política. Esta renuncia es un dato relevante y volveremos sobre éso.

Pero antes de avanzar en ese camino, vale la pena subrayar otro aspecto limitativo de esa visión: es la concepción, digamos, "robinsoniana" (por Robinson Crusoe), que vincula la libertad con –como nos decía Vargas Llosa- "la no interferencia" ajena, con el aislamiento. Esa postura, resumida en el conocido lugar común que sostiene que "la libertad de cada uno termina donde empieza la libertad ajena", contempla como contradictorias la libertad y la vida en sociedad; concibe la soledad como el mayor volumen de libertad alcanzable (nada de interferencias).

Rastros de esa manera de ver pueden encontrarse, paradójicamente, en posturas a primera vista alejadas del pensamiento liberal, pero convergentes con ese liberalismo en ese punto: se es más libre autoexcluyéndose de instituciones como el Fondo Monetario Internacional; se es más libre rechazando los flujos comerciales, financieros, culturales que tejen el fenómeno que llamamos globalización. Posturas que a menudo son designadas como "progresistas" son descendientes de esa visión de la "libertad negativa", de ese liberalismo robinsoniano que informó en buena medida cierto pensamiento y cierta política liberal en el continente.

Otro rasgo que ha sido un obstáculo para la buena asimilación política del liberalismo entre nosotros –rasgo que muchas veces aparece en conexión con los anteriormente mencionados- ha sido la dificultad para encontrar nexos entre la idea de libertad y la historia y vivencias concretas de los pueblos americanos. Más aún: la concepción elitista de que ideas forjadas en otras realidades y para afrontar desafíos específicos y diferentes, debían ser aplicadas inclusive "a palos" y, cuando se demostraba impracticable inclusive ese método, cuando "las camisas de fuerza ideológicas eran destrozadas por sacudimientos populares", la no asimilación de esas ideas terminaba juzgándose como prueba de un supuesto "atraso" de la sociedad (mejor dicho: del pueblo, de los sectores mayoritarios). Se trataba, en rigor, y para decirlo con palabras de Octavio Paz, de "una expresión más de la rebeldía de la realidad histórica frente a los esquemas y geometrías que le impone la filosofía política (…)Los desórdenes y las explosiones han sido la venganza de las realidades latinoamericanas".

Hay un hilo sutil que vincula todos esos aspectos del liberalismo basado en la "libertad negativa" que he mencionado: sospecha de la autoridad y búsqueda de neutralizarla o disminuirla; desconfianza de todo poder; renuncia a la construcción de poder; aislacionismo, elitismo, ideologismo. Ese hilo asegura insoslayablemente la esterilidad política.

Cuando decimos Política, aludimos a una propuesta destinada a actuar constructivamente en la sociedad, creando poder social. Y la sociedad no es un archipiélago de átomos que de la nada se relacionan a través de un contrato, sino el producto de una historia: un magma original que se va desplegando y complejizando, pero en el que subsisten siempre elementos de la ligazón original. Las libertades se van desplegando en esa historia.

Esa es la concepción de un liberalismo distinto, expresado emblemáticamente en nuestro país por Juan Bautista Alberdi (pero no sólo por él). Es Alberdi quien, en su Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho cuestiona las "teorías exóticas" con su "no sé qué de impotente, de ineficaz, de inconducente" con sus "medios importados y desnudos de toda originalidad nacional" que "no podían tener aplicación en una sociedad cuyas condiciones normales de existencia diferían totalmente de aquellas a que debían su origen exótico".

Alberdi llama a reconocer la realidad, la realidad nacional, la legitimidad de un poder nacional: "El poder es inseperable de la sociedad (…la plenitud de un poder popular es un síntoma irrecusable de su legitimidad…refleja el carácter del pueblo que lo crea …"

Frente a la idea y la práctica del aislamiento, Alberdi –como lo harán también José Hernández, Olegario Andrade y otros en la misma sintonía- refuerza el concepto del vínculo. Frente al desprecio o la sospecha del poder (que, voluntaria o involuntariamente empuja a la anarquía y a su contrafigura simétrica, el despotismo) ellos apuestan a la organización, a la Constitución. Es que comprenden la clave secreta que conecta el "ser" sujeto al "estar" sujeto, conectado, ligado al Otro, a los Otros. Una clave que en idioma inglés tiene la misma palabra –subject-para el sujeto gramatical y para el súbdito. Somos sujetos, cuando estamos sujetos. Antítesis del liberalismo robinsoniano: somos más libres cuando estamos más ligados, más conectados.

Contra lo que postulan los bulliciosos posicionamientos anti-globalistas (que, irónicamente, suelen movilizarse con hábitos globalizados), la libertad y el bienestar de las personas que viven en nuestro planeta no han decrecido con la llamada globalización, es decir, con la multiplicación de conexiones y flujos comunicativos, productivos, financieros y de intercambio de las últimas décadas.

Desde la expansión de la primera revolución industrial, a fines del siglo XVIII, Inglaterra necesitó medio siglo para duplicar su producto. Cuando Japón hizo lo mismo cien años más tarde, tardó 34 años. Y cuando Corea del Sur hizo lo propio otros cien años después, le llevó sólo 11 años.. China viene expandiendo su producto desde las reformas de mercado de Deng Xiaoping a fines de los años '70 y multiplicó por 15 su riqueza en tres décadas.

No se trata de proezas apenas cuantitativas y sin consecuencias sociales. Las estadísticas hablan por si solas. Durante los últimos 40 años, la esperanza de vida en los países en vías de desarrollo ha crecido de 46 a 64 años. En los últimos 30 años, la renta media en los países en desarrollo se ha duplicado. Durante las últimas dos décadas, la proporción de la pobreza absoluta - es decir, las personas con un ingreso inferior al dólar diario - se ha reducido del 31 al 20 por ciento. Incluso, a pesar de que la población total ha aumentado en 1.500 millones de seres. Siguen existiendo grandes problemas, pero parece obvio que el mundo globalizado, en muchos aspectos, se ha convertido en un sitio mejor.

Las nuevas tecnologías y la densidad y alcance de los flujos de comunicación amplían las libertades en términos dramáticos. También se constituyen, si se quiere, en instrumentos de deconstrucción de instituciones y vínculos preexistentes. Y en motores de una ilusión nueva, pues al mismo tiempo que reducen al absurdo la postura robinsoniana y subrayan las capacidades de la libertad asociativa, la globalización y sus instrumentos tecnológicos estimulan, en cierto sentido, otro de los vicios que habíamos enumerado: la tendencia a negar los vínculos más profundos que ligan (y en gran medida determinan) los comportamientos sociales. Generan en algunos la ilusión de que la única adhesión y pertenencia relevante ha pasado a ser La Red, que la ciudadanía consiste en estar on line, que ha dejado de tener importancia la pertenencia a naciones y pueblos y que lo verdadermente importante ha pasado a ser la pertenencia a las tribus y grupos –a menudo efímeros- que se autoconstituyen en la red.

Falsa alternativa: sin duda la intensísima conectividad social que caracteriza la globalización ha generado nuevas e importantes formas de relacionamiento y de creación, definición o vigorización de identidades. Esto en absoluto desintegra identidades tradicionales. Comenta Raúl Castells: “Es claro que las identidades no sólo se reciben de la sociedad, sino que también se construyen individualmente. Pero se construyen con los materiales de la experiencia, de la práctica compartida, de la biología, de la historia, del territorio, de todo lo que hace nuestro entorno y el entorno de nuestros ancestros. Cuanto más materialmente arraigada está una identidad, más fuerza tiene en la decisión individual de sentirse parte de esa identidad”. Y sentirse parte tiene sus virtudes: “Para la mayoría de la gente, sobre todo en un mundo globalizado en el que flujos de poder, de dinero y de comunicación hacen depender nuestras vidas de acontecimientos incontrolados y decisiones opacas, la pertenencia a un algo identitario proporciona sentido y cobijo a la vez, crea un mundo propio desde el que se puede vivir con más tranquilidad el mundo de ajenidades”. En las condiciones de la globalización nuestra libertad se amplía porque estamos infinitamente menos aislados, porque estamos infinitamente más conectados con los Otros. Pero también porque nuestra ligazón a una red de identidades tradicionales, históricas, nos permiten navegar con mayor seguridad ese océano inmenso y creciente de nuevas libertades.

La idea de la desterritorialización y del vínculo cosmopolita, cósmico o internético como predominante, puede coincidir en parte con la experiencia de vida de un sector que vive más en los flujos que en Tierra Firme, que se mueve al compás de las tecnoburocracias internacionales o en funciones de la economía mundial más altamente integrada y puede habitar hoy en Filadelfia, mañana en Delhi y pasado en Oslo. Pero, aunque creciente, se trata, ése, de un sector todavía muy minoritario: la enorme mayoría de la población mundial sigue básicamente anclada a la tierra y, por lo tanto, a las identidades que fluyen de esa pertenencia.

Una vez más: una política liberal (en rigor: cualquier propuesta política, independientemente de su signo) se divorciará de la sociedad -de las personas y los grupos que constituyen la sociedad- si ignora o desprecia y si se desvincula de ese tejido multidimensional, que incluye factores de cambio y factores de permanencia, identidades tradicionales y nuevas identidades forjadas en la atmósfera de la época, tiempo y espacio, flujos y territorio. Octavio Paz lo dice bellamente, en una reflexión de carácter cultural y muy situada, pues habla de México, aunque tiene plena aplicación a la política del continente: “Nuestras obras y nuestras ideas son hijas de las bodas del tiempo y la tierra: la movilidad extrema y la obstinada estabilidad. Todo esto compromete no la realidad de nuestra cultura sino la posibilidad de reducirla a series de conceptos”.

Creo que el ideologismo abstracto que se puede imputar a las corrientes liberales, y que determinó sus dificultades para enraizarse en la política democrática argentina con pie propio y presencia vigorosa, no ha sido (ni en el capítulo de las causas, ni en el de las consecuencias) monopolio de esas corrientes. Las grandes fuerzas políticas argentinas del siglo XX (el radicalismo y el peronismo) redujeron a las corrientes liberales y a otras (marxistas, democristianas, nacionalistas) al rol no insignificante de usinas ideológicas y escuelas de pensamiento, pero las mantuvieron devaluadas en el terreno electoral, que es, por cierto, el de la legitimidad democrática.

Como consecuencia de esa dificultad para recuperar terreno en el ámbito del poder democrático -un espacio que había ocupado enérgica y creativamente a fines del siglo XIX, con la emblemática generación del 80, y que se empezó a perder con el ascenso de Hipólito Irigoyen, en 1916- sectores del liberalismo argentino buscaron la diagonal de la conspiración y el golpe de estado.

Ese pecado, que muchas veces le fue imputado, entraña, en rigor, una contradicción con los principios políticos que el liberalismo invoca. Más que un crimen, ha sido un error. En cualquier caso, todos las fuerzas políticas ensayaron en uno u otro momento el camino de la conspiración militar. Los liberales que lo hicieron quisieron encontrar por esa vía un remedio veloz a la impotencia política y se justificaron a sí mismos alegando que al menos trabajaban por la libertad económica.

Nadie podrá discutir el mérito de pensadores y aun políticos liberales en la difusión de los conceptos de la economía libre. Nadie podrá negar, tampoco, que al hacerlo desde gobiernos minados en su legitimidad democrática, propensos a los métodos tiránicos o brutales y, en definitiva, ineficaces para establecer las bases de un sistema político consistente y perfeccionable, la difusión que se tejía de día se destejía en desprestigio a la hora de las penumbras.

Puede afirmarse que recién en la década del 90 corrientes liberales orgánicas alcanzaron una dimensión política suficiente para integrarse a un gobierno democrático y legítimo y pudieron en él ocupar puestos de responsabilidad y desplegar en condiciones distintas la propagación de sus principios. Se trató de una experiencia que duró más de una década pero que no pudo garantizarse continuidad.

Desde el comienzo del nuevo milenio, esa experiencia y, en general el sistema político en su conjunto, se encuentran en una crisis de la que no logran emerger.
De esa crisis no podrá salirse con una concepción como la que al principio de esta intervención definimos, con Berlin, como la de la “libertad negativa”. Esa crisis es ya la manifestación más clara de la centrifugación del poder y, en verdad, la tarea heroica que la Argentina tiene por delante es la reconstrucción del poder para eludir un proceso de disolución y anarquía.

Escribió Samuel Huntington hace ya algunas décadas: “La oposición al poder, la sospecha del gobierno como la más dañina corporización del poder son los temas centrales del pensamiento político americano". Agrega Robert D. Kaplan en un trabajo sobre el mismo Huntington: "Otro problema del pensamiento americano reside en que nuestra historia nos enseñó cómo limitar el gobierno, no cómo construirlo desde cero. Nuestra seguridad, producto de la geografía, fue ganada sin gran esfuerzo, como lo fueron nuestras instituciones y prácticas gubernamentales heredadas de la Inglaterra del siglo XVII. La Constitución regula cómo controlar la autoridad. El problema de los latinoamericanos, los asiáticos, los africanos y los países que fueron comunistas reside en cómo establecer la autoridad”.

Aunque escritos y pensados hace algún tiempo, esos conceptos tienen –en el caso de Argentina- una incuestionable actualidad. Lo que la Argentina necesita es una concepción que asocie y religue libertad y construcción de poder; tradición y modernidad; economía libre y equidad social, entendida como igualdad de oportunidades; modernidad y tradición; globalización e identidad nacional; cambio e instituciones estables. Un liberalismo que abreve en Alberdi, en José Hernández, en Sarobe (para no dar ejemplos más próximos y eventualmente polémicos) tiene indudablemente un espacio en la Argentina de la era de la globalización.

5 dic 2009

PANORAMA POLÍTICO SEMANAL

por Jorge Raventos

Néstor Kirchner: un derrotero

“La opinión de que el
mejor resultado de una guerra
sólo puede ser la victoria
ha estado muy extendida.
Sin embargo, hay quien
ha sospechado que esa
opinión quizás fuera errónea”


Shimon Tzabar . Cómo perder una guerra y por qué. La estrategia para
la derrota, Siglo XXI Editores,Buenos Aires,2005.

Después de la jornada del jueves 3 de diciembre, cuando, en virtud de su propia conducción, sus fuerzas parlamentarias convirtieron un buen acuerdo en un revés no meramente simbólico, Néstor Kirchner confirmó su fama de gran organizador de derrotas. No fue en las áridas tierras patagónicas donde adquirió esa reputación: en rigor, en Santa Cruz supo ganar sin demasiados problemas tanto dinero como elecciones. La cosa cambió cuando reemplazó los aires australes por las luces del centro.

Si bien se mira, por mérito propio Kirchner ha perdido más de lo que ganó; ya perdió, inclusive, buena parte del poder que consiguió construirse en tiempos de vacas gordas. Para empezar por lo primero: obtuvo sendas derrotas en las dos elecciones de carácter nacional en las que fue candidato: la primera, en 2003, ante Carlos Menem, donde ni siquiera el activo respaldo del aparato bonaerense que orientaba Eduardo Duhalde le alcanzó para superar en votos al riojano. Fue la compleja arquitectura jurídico-electoral que Duhalde dibujó en 2003 (y en modo alguno el inexistente atractivo del santacruceño) la que terminó por forzar la retirada de Menem y le allanó a Kirchner el camino a la Casa Rosada.

El segundo fracaso comicial ocurrió este año, el 27 de junio. Para lograrlo, Kirchner decidió convertirse precipitadamente en bonaerense y, con su reconocido poder de convicción, persuadió a decenas de jefes territoriales justicialistas para que se convirtieran en “candidatos testimoniales”. No satisfecho con esa leva de voluntarios, se ocupó de anunciar que la elección bonaerense, donde él encabezaba la boleta oficialista, por ser “la madre de todas las batallas”, debía ser considerada “un plebiscito sobre el modelo”. En fin: transformó una competencia de renovación parlamentaria en un pasa-no pasa. No es crueldad sino franqueza recordar que perdió mal y que si muchos de los lugartenientes a los que arrastraba a idéntico desastre consiguieron evitarlo fue porque, con astucia, desconfiaron de su conducción y omitieron discreta u oblicuamente el cumplimiento de sus instrucciones.
Antes de volver a buscarlos, él caracterizó como traidores a esos hombres sabios y les echó encima sus mastines disciplinarios.

Un año antes de la caída de junio, la visión estratégica de Kirchner había conducido al gobierno de su esposa a la batalla por la Resolución 125, una cruzada que consiguió alzar al campo y a toda la Argentina interior y que consolidó el divorcio entre el oficialismo y las clases medias urbanas, generando así las condiciones que se cristalizaron en las urnas a mitad de 2009.

Entre junio y diciembre, apoyado sobre esa escala de fracasos, Kirchner se lanzó a una fuerte ofensiva instrumentando su mayoría residual en las Cámaras y consiguió de ese modo adjudicarse varios asaltos: con la ley de medios, con la reforma política, con las atribuciones extraordinarias, con la apropiación de fondos provinciales. Volvió a exhibir así su vocación confrontativa, y su decisión de no respetar límites. Kirchner avanzó hacia el cambio de guardia del Congreso al mismo ritmo que había mantenido durante los meses de ofensiva. La oposición política le había cedido la iniciativa por varios meses.

Con todo, en vísperas del jueves 3, ya empezaba a notarse que, pese a las operaciones de cooptación y presión desplegadas desde Olivos, el oficialismo llegaría a la sesión preparatoria en minoría. El jefe de los diputados kirchneristas, Agustín Rossi, dio señales de esa percepción: reconoció que la oposición tendría “un mayor protagonismo” y, ante el hecho de que las fuerzas no kirchneristas reclamaban la mayoría y la presidencia de todas las comisiones de la Cámara, señaló que su bloque no iba a aceptar una "rendición incondicional". Era una lúcida apertura a la negociación de Rossi. En sus palabras podía leerse: “rendición con condiciones”.

La oposición no leyó a Mao Tse Tung. En su manual de guerra de guerrillas, el líder chino aconsejaba replegarse cuando el enemigo presiona, pero perseguirlo cuando huye. La retirada que insinuaba Rossi no llevó a los opositores a exigir más (la presidencia de la Cámara, por ejemplo) sino a buscar un acuerdo, al que contribuyó la diputada Graciela Camaño. El oficialismo quedaría con la presidencia de la Cámara, la segunda vicepresidencia y la autoridad y una relación de fuerzas favorecida en las llamadas comisiones de gestión (Presupuesto y Hacienda, Asuntos Constitucionales, Relaciones Exteriores);todo se coronaría con una aceptación unánime. La oposición argumentaba que de ese modo se evitaba el conflicto potencial que insinuaban la presencia de barras kirchneristas en las galerías altas y la de algunos miles de manifestantes que los bastoneros del oficialismo movieron para que celebraran en la Plaza la coronación de “la ofensiva de Néstor”. Rossi y Eduardo Fellner, tejedores de ese pacto, se adjudicaban un exitazo con esa negociación temprana.

Pero Néstor Kirchner quería más. El siempre desconfía de sus comisionados, los sospecha de blandos y excesivamente dadivosos. Desde Olivos rechazó el acuerdo, convencido de que estaba en condiciones de romper la (“circunsancial”, repetiría más tarde Rossi) unidad de la oposición. La actitud del esposo de Cristina Kirchner irritó a sus negociadores. De hecho, Rossi no sabe aún cómo soportará en adelante la presencia en el bloque de un Kirchner que posa de “diputado raso” pero que pretende convertir en “Chirolitas” a las autoridades formales. El resultado del bloqueo que Kirchner impuso al acuerdo fue, en cualquier caso, que la oposición hizo exhibición de su fuerza (“circunstancial”), forzó la presencia en el recinto del bloque oficialista y terminó imponiendo el acuerdo que Kirchner había rechazado, con lo que, confirmando su itinerario, transformó lo que podía haber lucido como un digno empate, en una nueva derrota.

Por cierto, ni los voceros oficiales ni los medios de comunión kirchnerista dieron cuenta de la caída provocada por el hombre de Olivos. Los que osaron hablar, usaron la palabra “acuerdo”. El Ejecutivo recordó la vieja consigna de que “el silencio es salud” y no aludió a lo que había ocurrido en el Congreso. Señala Shimon Tzabar (Cómo perder una guerra y por qué):” “Los hombres de Estado deben tener cuidado para no fallar los objetivos declarados. La única manera de no errar al blanco es disparar primero y luego dibujar los círculos alrededor de la flecha”.

La primera semana de diciembre se había abierto con las repercusiones de la reunión de la Unión Industrial Argentina en Pilar: el gobierno, que en otros tiempos cortejaba con algún éxito a esa central empresaria, se siente ahora tan alejado, tan aislado que no envió ningún representante a esa tenida. Ni siquiera se asomó Julio De Vido que años atrás animaba al activo grupo Industriales y apuntaba a orientar a la UIA hacia el corral oficial.

Si 2008 marcó el divorcio del gobierno y el campo y la separación sin atenuantes de las clases medias urbanas, ahora se registra la consolidación de un frente de rechazo que abarca al conjunto de los empresarios, al campo, la industria y los servicios, que se aprestan a unificar personería en una organización que llevaría el nombre de Movimiento Productivo. ¿Se puede suponer que esta situación está alentada por la estrategia de Néstor Kirchner, por leyes como que afectan a los medios electrónicos, a Papel Prensa, como las que tocaron los aportes jubilatorios particulares? ¿Se puede suponer que Kirchner y sus “ofensivas victoriosas” son factores que empujan reflexiones como la del presidente de la Corte Suprema en Pilar: “"La propiedad es el derecho que protege lo que se ha ganado, es un tema para la agenda. La propiedad tiene protección constitucional en nuestro país. Es lo que uno tiene derecho a tener y que nadie se lo saque"?

Lo cierto es que ya en el propio oficialismo se observa con creciente escepticismo el derrotero de Néstor Kirchner y se recuerda aquella reflexión del rey Pirro cuando sus amigos lo felicitaron por su victoria sobre los romanos. Pirro les replicó: “Si tenemos otra victoria, estamos perdidos”.

4 dic 2009

CONSENSO PARA EL PROGRESO

por Domingo Cavallo
(publicado en La Nación, Dic 4, 2009)

La experiencia del último cuarto de siglo me ha convencido de que el principal problema de la Argentina del Bicentenario es la falta de progreso. Una nación no progresa si las crisis inevitables que siguen a los períodos de crecimiento conducen a formas retrógradas de organización política, económica y social.

En la década del 90 crecimos a buen ritmo durante un período de ocho años, con una sola interrupción corta en el año de la crisis mexicana. Luego vivimos una larga crisis propia que duró cuatro años. Desde 2003 en adelante, de acuerdo con las estadísticas oficiales, el PBI creció a tasas chinas por un período más largo que en cualquier otro momento de nuestra historia. Sin embargo, hoy, cuando la crisis global nos ha afectado mucho menos que a otras naciones, entre la mayoría de los argentinos reinan la desazón y la desesperanza, mientras que en aquellas otras naciones hay entusiasmo y optimismo. La diferencia está, precisamente, en que en aquéllas hay progreso, mientras que en nuestra nación hay regresión institucional y desconcierto.

En 1910, cuando conmemoró el Centenario, la Argentina integraba junto con los Estados Unidos, Canadá y Australia el conjunto de las naciones que mejor habían aprovechado las oportunidades de progreso que aparecieron durante el proceso de globalización económica liderado, en esa época, por Gran Bretaña.

En triste contraste, en vísperas del Bicentenario la Argentina figura entre las naciones que peor han aprovechado las oportunidades de progreso emergentes del proceso de globalización liderado por los Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Europa Occidental, Japón, Canadá y Australia, desde los 50; Corea, Taiwán, Singapur y Hong Kong, desde los 60; China y Chile, desde fines de los 70; la India, el resto de los países asiáticos, los países de Europa Central y Oriental, Brasil, México, Colombia y Perú, desde los 90, tuvieron, por lejos, un desempeño muy superior al de nuestro país.

Si queremos que el tercer siglo de nuestra vida como nación nos vuelva a ubicar entre aquellas capaces de aprovechar con éxito las oportunidades de progreso que ofrecerá la evolución futura del mundo, es muy importante descubrir cuáles fueron las razones del éxito en el primer siglo y del fracaso en el segundo.

Hasta hace doscientos años las condiciones de vida de la población mundial habían cambiado muy lentamente. El progreso económico y social mucho más rápido que se observó durante los dos últimos siglos tuvo como motor la innovación tecnológica, que comenzó con la denominada revolución industrial en Gran Bretaña y se aceleró con el desarrollo científico y tecnológico que lideraron las universidades y centros de investigación científica en interacción con las empresas pioneras, creadas por inventores geniales o que invirtieron tempranamente en investigación y desarrollo. Pero la mayor velocidad con que se difundieron estas innovaciones se debió al fenómeno de la globalización.

Los procesos de globalización, caracterizados por fluidos movimientos de información, personas y capitales, permitieron que la innovación tecnológica cruzara las fronteras y se implementara no sólo en las economías que las originaban, sino también en todas aquellas en las que se crearon condiciones favorables para la inversión en capital físico y humano, ingredientes indispensables para hacer posible la adopción de las tecnologías más avanzadas en todos los órdenes de la vida económica y social. Las guerras y las crisis económicas y financieras significaron pausas y retrocesos, pero la humanidad siguió progresando tan pronto se restableció la paz y se superaron las crisis.

Durante la segunda mitad de nuestro primer siglo de vida, la organización nacional, inspirada por Alberdi e instrumentada por Urquiza, Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca y los estadistas que los sucedieron, abrió nuestra joven nación a las personas y capitales que buscaban nuevos espacios económicos y sociales para afincarse y desarrollarse. Con ellos llegaron las tecnologías que se sumaron a las creadas en nuestras incipientes universidades, escuelas técnicas y establecimientos agropecuarios e industriales. El énfasis puesto en la educación popular y el clima de libertad y de respeto a la ley que se fue acentuando con el paso de las décadas permitieron un ritmo de progreso que, hacia nuestro Centenario, provocaba la admiración del mundo.

En claro contraste con esta experiencia exitosa, cuando comenzaron a prevalecer ideas aislacionistas y antiliberales contrarias al espíritu de la Constitución nacional, desde la década del 30, la sociedad argentina comenzó a quedar rezagada con respecto a las de muchas otras naciones que modernizaron a ritmo rápido sus estructuras productivas y perfeccionaron sus instituciones sociales. En otros términos: nuestras mentes y nuestras fronteras se cerraron al influjo de las corrientes de pensamiento e innovaciones tecnológicas que hicieron progresar al mundo. Al mismo tiempo, la falta de competencia y estímulos fue adormeciendo el espíritu creador y emprendedor de nuestros jóvenes.

Las dos últimas décadas volvieron a repetir casi como un espejo embrujado este repliegue de la historia de los dos primeros siglos de nuestra vida como nación. Durante la década del 90 comenzamos a revertir nuestro aislamiento internacional y creamos condiciones para que la inversión interna y externa permitiera un rápido proceso de modernización de nuestras estructuras productivas. La buena relación de la Argentina con el mundo y el respeto de las normas internacionales rindieron sus frutos no sólo en términos de crecimiento económico y erradicación de la inflación, sino también en términos políticos. La Argentina ingresó en el Grupo de los 20, un ámbito de coordinación entre los gobiernos de las naciones para asegurar que la globalización permita acentuar el progreso y supere las crisis inevitables.

El rezago de las reformas sociales y políticas que hubieran sido necesarias para encontrar soluciones superadoras a la crisis económica que se inició en 1999, cuando nuestro país tuvo que soportar condiciones externas muy desfavorables y comenzaron a sentirse los efectos de la insuficiente disciplina fiscal y el excesivo endeudamiento, determinó que la salida de la crisis se lograra, en 2003, con una reversión del proceso de apertura hacia el mundo y el abandono de las reglas que habían favorecido a la inversión modernizadora de la economía en la década anterior.

Esta regresión no se dio en otros países. Sin ir mas lejos, Brasil, México, Colombia, Perú y Uruguay, que por la misma época habían comenzado a abrir sus economías y a introducir reformas económicas y sociales en la misma dirección, sufrieron crisis no muy diferentes de la nuestra, pero mantuvieron su compromiso con las normas que regulan las relaciones entre naciones y, lejos de revertir, perfeccionaron el clima favorable a la inversión modernizadora.

Esta diferente reacción frente a las dificultades que casi siempre enfrentan los procesos nacionales de apertura y modernización explica la gran diferencia que existe hoy en el estado de ánimo de los ciudadanos de estos dos grupos de naciones. Mientras en Brasil, México, Colombia, Perú y Uruguay reinan el optimismo y la esperanza de un futuro mejor, en la Argentina cunden el pesimismo y la desesperanza.

Resulta paradójico que en casi todos aquellos países el efecto negativo de la crisis global iniciada en los Estados Unidos en 2008 fue mucho más fuerte que en la Argentina y, sin embargo, ahora que ha comenzado la recuperación de la economía global, los países que se mantuvieron abiertos y con reglas amistosas hacia la inversión avizoran nuevamente un futuro de progreso, mientras que en nuestro caso ocurre lo contrario. Se manifiesta un angustiante estado de desorganización económica y social, al que se suma el evidente desafecto y desinterés de naciones y organizaciones que antes nos buscaban como socios o aliados y ahora, cuanto menos, nos ignoran. Hasta se han escuchado opiniones que objetan nuestra silla en el Grupo de los 20.

Doscientos años de historia, rica en contrastes y experiencias de todo tipo y susceptible de ser comparada con la de muchas naciones que enfrentaron desafíos semejantes, deberían ser suficientes para ayudarnos a identificar el camino que puede devolver progreso para nuestro pueblo y el respeto y la amistad del resto del mundo.

30 nov 2009

PRESENTACIÓN DE PERONISMO LIBRE

por Diana Ferraro

Durante dos años discutimos en un foro online el devenir del Partido Justicialista, tironeado por sus variables izquierdistas, ortodoxas y liberales. Hay un muy nítido conjunto de dirigentes, intelectuales, cuadros y militantes que se sienten identificados con un peronismo liberal, casi tantos como aquellos que ya no pueden imaginarse dentro de un liberalismo que no sea, además, peronista.

La figura política de un peronismo liberal o de un liberalismo peronista inquieta. La experiencia inconclusa y abortada de los años 90 parece haber quedado a la espera de una respuesta teórica, por una parte, y de la conformación de una línea política lo suficientemente fuerte y bien definida como para hacer rever a los argentinos votantes algunos viejos prejuicios.

No se nos ocurre que la Argentina tenga un destino posible que no sea peronista y liberal a la vez. Hasta su propia historia de desencuentros parece llevar hacia ese único desenlace feliz. No serán ni la izquierda populista, ni el montonerismo, ni siquiera el radicalismo aggiornado, los capaces de dar en el clavo histórico adecuado: esa vieja disputa por cómo se conforma una elite.

Publicaremos todos los materiales que contribuyan a enriquecer este punto de vista. Se ruega dirigirlos a: peronismolibre@gmail.com

¡Gracias a todos!

Nota: La foto de Peronismo Libre muestra una imagen de Tierra del Fuego, con la tierra, el agua, el aire y el fuego del nombre. Más allá de la Patagonia, la Argentina continúa y termina, para volver a empezar.

EL EJE BUENOS AIRES-WASHINGTON

por Diana Ferraro
(publicado en http://dianaferraro.blogspot.com/ Ago 13, 2009)


En estos días, el locuaz comandante venezolano que preside los destinos de su país y que ha tomado para sí la tarea de crear una isla sudamericana en el continente americano, declaró que el eje Caracas-Buenos Aires resulta esencial para el éxito de su proyecto. El Comandante Chávez tiene muchísima razón: si la Argentina no se prestase a obedecerle y a comprometerse junto a los presidentes de los otros países americanos que acompañan al comandante, su proyecto sería imposible de concretar, aún contando con el permisivo Brasil, siempre atento a lo que, a la larga, no puede sino favorecerlo entregándole el total del continente como una fruta madura. Por eso, la posición argentina es determinante y exige una completa revisión de la política continental, que alerte además a la población acerca de cuál es el mejor interés argentino.

Lejos están los años 90, durante los cuales se estableció una duradera alianza entre los Estados Unidos y la Argentina, que permitió a ésta emerger nuevamente como el país líder de las reformas modernistas y globalizadoras y retomar el rol que en los años 40 y 50 la habían puesto en la avanzada de las reformas sociales, con la creación de una amplísima y extendida, saludable y educada clase media, en un volumen y nivel sólo comparable a la de los Estados Unidos y Canadá. La alianza entre los dos países dominadores de los extremos continentales se quebró en 2001, por motivos geopolíticos (el desplazamiento de la atención estadounidense al terrorismo y a Medio Oriente post atentados del 11 de septiembre) y financieros (la renuencia de determinados factores de poder en la Argentina a completar la necesaria reforma federal y fiscal- tema aún pendiente y agravado post sucesos fin 2001). Desde entonces y hasta la actualidad bajo el gobierno de ambos Kirchner, se ha alimentado el prejuicio de que los males de la Argentina tienen su raíz en los mismos años que le permitieron la prosperidad y un esplendor continental, que ahora se juzgan como falsos o se niegan como inexistentes, y, sobre todo, en la imitación especular de los Estados Unidos, tanto en su sistema económico como en sus posiciones de política internacional. En verdad, la imitación sólo ha resultado nociva en tanto no fue completada y es ese proceso trunco el motivo real de la actual inviabilidad argentina. Un reconocimiento de esta realidad separara de modo automático las dos problemáticas que se suele unir interesadamente para acentuar el supuesto rol maléfico de los Estados Unidos y permite así discutir por separado la política exterior de la Argentina.

Como parte del dispositivo colonial informal del imperio británico durante el siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte, la Argentina conoció los beneficios de formar parte de un dispositivo global. Su increíble enriquecimiento y despliegue como potencia productora de alimentos sentó las bases de un posicionamiento e influencia a nivel planetario. Esa misma tradición sirve hoy en lo que hace al lugar de la Argentina en la nueva economía planetaria y su rol de productora de soja para China y otras potencias asiáticas, constituye el mejor ejemplo. En el continente americano, su rol posterior fue muy diferente: además de conductora y ejemplo político de las reformas, la Argentina acumuló una vasta experiencia como exportadora de bienes culturales a toda Hispanoamérica, atendiendo así un mercado que los Estados Unidos recién en los últimos años están comenzando a descubrir, tras las huellas de México, su socio en el NAFTA. Triunfadora sobre un Brasil lusoparlante, la Argentina tiene aún, en este tipo de industrias y en su influencia cultural hispánica, la llave de liderazgo continental, esa que con mucha picardía hoy usa el Comandante Chávez, a instancia del otro maestro de la manipulación continental por las vías oscuras, Fidel Castro. Esta es la llave que la Argentina debe recuperar, este es el rol que histórica y geopolíticamente le toca jugar y el socio adecuado para hacerse de la llave y cumplir el rol, no es otro que los Estados Unidos. No es Brasil, no es Venezuela, ni es, mucho menos, Cuba. Es difícil para la Argentina volver a su posición correcta internacional cuando la mayoría de la prejuiciosa y políticamente inculta población dice detestar a quien mejor nos puede ayudar y se deshace en loas a quienes conviene que renunciemos a ocupar nuestro lugar. De la fatal ignorancia de los Kirchner, mejor no hablar: su pobrísima visión del mundo ha hundido a la Argentina en lo económico y, en estos días de crisis continental, amenaza con hundirla también en el barro de una guerra impropia.

Es lamentable que no se discutan las alianzas militares de forma abierta, ya que esto es lo que está por debajo de las famosas bases -o no bases- norteamericanas en Colombia y quiénes están o van a estar juntos y a favor de qué, ya no en América del Sur sino en el total del continente. Colombia es la próxima pieza del dispositivo continental quebrado con el fracaso del ALCA (en Argentina, Mar del Plata 2005, con Kirchner en contra de Bush y a favor de Chávez). Ya está desde hace mucho tiempo en funciones el NAFTA, desde hace muy poco está en su sitio el CAFTA y ahora es el inevitable turno de América de Sur: ¿un SAFTA que se inicia “de prepo” en Colombia? Se usa un lenguaje militar para subrayar lo que dejó de ser un lenguaje comercial y político a partir de la beligerancia de Chávez y de sus compromisos militares con Irán y Rusia que comprometen a todo el continente, y ¡sí! ¡a la Argentina también!

Para la Argentina, el reestablecimiento de un informal eje Buenos Aires- Washington por parte de la oposición peronista-liberal, que subraye la oposición al eje de los Kirchner , Caracas-Buenos Aires, no hará sino tender la red de salvación necesaria que impida que la Argentina se estrelle al caer con unos Kirchner que irán en picada hasta el último subsuelo. También ayudará a los Estados Unidos, siempre ligeramente fuera de registro con la sensibilidad latinoamericana. Finalmente, el nuevo eje dará a los argentinos la posibilidad de enrolarse civilmente en la defensa de la más sensata de las posiciones y de reflexionar sobre algunos prejuicios que, en tiempos de guerra, sólo funcionan como ataques a la propia integridad.

LA POBREZA EN LA ARGENTINA Y COMO COMBATIRLA

por Víctor E. Lapegna
(publicado en el Foro Partido Justicialista Sept 15, 2009)

Tres hechos concretados en la primera semana de agosto por la Iglesia Católica instalaron la cuestión de la pobreza en la agenda pública nacional con una intensidad que no tenía antes en los medios de comunicación o en los discursos de políticos oficialistas y opositores.

El primer hecho se produjo el martes 4 de agosto, con la presentación pública del Barómetro del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA). El jueves 6 se difundió un telegrama de Benedicto XVI en respaldo a la colecta Más por Menos, en el que el Papa denunciaba el escándalo de la pobreza en nuestro país. La tercera referencia eclesial al drama de la pobreza estuvo en la homilía pronunciada por el cardenal Jorge Bergoglio el viernes 7, en la misa dada en el santuario de San Cayetano.

La cuestión, además de la importancia que tiene en sí misma, abre un debate acerca de la realidad general de la Argentina al que queremos hacer un aporte antes que, como es posible y hasta probable, el vértigo informativo y la intencionalidad de algunos actores hagan que el tema deje de recibir la atención que suscita hoy.

¿Cuál es el Escándalo de la Pobreza en la Argentina?

Asumiendo que la cantidad de personas pobres e indigentes que hay hoy en la Argentina es de por sí un escándalo, vale preguntarse en que consiste ese escándalo.

Una respuesta extendida en la sociedad, en el gobierno, en la oposición e incluso ad intra la propia Iglesia católica es que el escándalo consiste en que, siendo el nuestro un país rico, haya semejante cantidad de pobres (Vgr.: “¿Cómo es posible que haya tantos indigentes en un país que da de comer a 300 millones de personas?”).

Esa es la tesis de la presidente de la Nación en cuanto dijo que "(…) en Argentina hay pobres, pero el problema no es la pobreza, el problema es la inequidad social y la distribución del ingreso", a lo que agregó que "no es casualidad ver que en Canadá, Suecia, Noruega, la brecha entre ricos y pobres es más chica. Y ahí está la verdadera raíz y la verdadera fábrica de pobres, en la inequidad social".

Si esta explicación diera cuenta de toda la realidad y el drama de la pobreza en la Argentina sólo fuese resultado de una distribución injusta de riquezas ya existentes, sería posible terminar con esa inaceptable situación de indignidad con medidas que repartieran mejor las riquezas que ya hay, tales como el otorgamiento del ingreso universal por niño, el remozado programa “Manos a la Obra” que relanzó la presidente u otras medidas distributivas similares.

Otra mirada posible es considerar que el escándalo consiste en que la Argentina, que tiene amplias condiciones para ser un país rico, se convirtió en un país pobre y el aumento a grados inaceptables de la cantidad de personas situadas por debajo de las líneas de pobreza e indigencia es consecuencia de ese empobrecimiento general del país, cuya riqueza disponible es cada vez menor, además de distribuirse de un modo cada vez más injusto.

Si lo antedicho fuese cierto, sin mengua de la necesidad de adoptar medidas de coyuntura que alivien los efectos inmediatos más graves de esta cuestión social (como el ingreso universal por niño o el plan relanzado por la presidente), el camino que lleva a poner fin en forma efectiva con el escándalo de la pobreza estructural pasa por restaurar un círculo virtuoso de creación sustentable de riqueza por medios que, por sí mismos, contribuyan a una mayor y mejor justicia social.

En otros términos, se trataría de establecer una matriz productiva que lleve a aumentar el valor del capital físico, del capital financiero y sobre todo del capital humano mediante una mayor productividad del trabajo de todos, en la que el apotegma que proponía que “cada argentino produzca algo más que lo que consume” sea un deber que todos podamos cumplir.

El Empobrecimiento de la Argentina

Decir que la Argentina se empobreció parece contradictorio con el hecho cierto de que el Producto Bruto Interno (PBI) argentino viene creciendo a altas tasas en forma constante desde el 2002, pero la contradicción se resuelve al analizar los tres pilares principales en los que se apoyó el crecimiento económico alcanzado en el último sexenio.

a) En estos años la Argentina percibió cuantiosos ingresos por la venta al mundo de nuestros principales bienes transables (exportables) entre los que destacan la soja y sus derivados, cuya producción y productividad crecieron mucho merced a las condiciones naturales de nuestro territorio, las inversiones y la alta eficiencia de los productores argentinos, la masiva utilización de semillas de soja transgénica y glifosato, la siembra directa, buenas técnicas de producción y comercio y el tipo de cambio favorable a las exportaciones que estableció la devaluación, en un período en el que la gran demanda de los mercados del Asia Pacífico (en especial de China) hizo que los precios de esos bienes tuvieran niveles extraordinariamente altos.

b) Un segundo pilar fue el uso pleno de la capacidad productiva instalada ociosa - que se había expandido y actualizado con inversiones concretadas en la década de 1990 y no llegaba a ser aprovechada en plenitud desde la crisis del 2001 – lo que no se requirió de inversiones significativas en mejoras de maquinarias y equipos para aumentar la productividad y la competitividad y así atender el aumento de la demanda agregada derivada de los ingresos de exportaciones de commodities agropecuarias y también energéticas y mineras.

c) Una tercera fuente del crecimiento del PBI fue la construcción de viviendas y la realización de obras públicas, en gran medida de baja eficiencia, que no superaron las deficiencias de infraestructura que tiene nuestro país.

En términos de incremento de cantidad, calidad y valor de los núcleos estructurales del capital físico (agua corriente, cloacas, rutas y caminos, producción y distribución energética, sistemas de transportes y comunicaciones, equipamiento de máquinas y herramientas, etc.) de nuestra economía, el efecto de esos pilares del crecimiento argentino en el último sexenio fue muy inferior a las tasas de aumento del PBI en el período.

En parte eso fue así por la naturaleza extractiva de la matriz principal de creación de riqueza que fue la producción de granos (en especial de soja), una de cuyas características es que sus altos niveles de productividad, competitividad y eficiencia fueron logrados merced a grandes saltos tecnológicos (semillas transgénicas, siembra directa, etc.) que se habían concretado antes del último sexenio, con lo que el aumento del capital físico derivado de esa actividad extractiva estuvo concentrado, casi exclusivamente, en la renovación del parque de maquinaria agrícola.

En cuanto al aprovechamiento de la capacidad instalada ociosa, por definición no supuso un incremento del capital físico ya que consistió en el uso pleno de un capital físico preexistente.

Finalmente, la construcción de viviendas no supuso un enriquecimiento significativo del capital físico y las obras públicas concretadas, por su ineficiencia y foacalización, apenas si movieron el amperímetro en este plano.

En cuanto al capital financiero, vale recordar que sus fuentes pueden ser el ahorro interno y la inversión externa. Aunque la economía argentina tiene una alta capacidad de acumulación de ahorro interno, hace ya décadas que cientos de miles de millones de dólares de ahorros argentinos están invertidos fuera de nuestro país y esa tendencia se acentuó en los últimos años. Puede decirse, en consecuencia, que la acumulación de capital financiero en la Argentina a partir del ahorro interno fue casi por completo virtual, dado que esos recursos no permanecen en nuestra economía ni se destinan a incrementar la producción de bienes y servicios. En cuanto a la inversión externa directa, que fue muy alta en la década de 1990, a partir del 2001 se mantuvo en niveles pobrísimos. Por tanto, a pesar del aumento del PBI, la Argentina se empobreció en su capital financiero en tanto soporte de la economía real, según lo muestra la evolución del crédito destinado a solventar la producción, medido en términos de porcentaje del PBI.

Tal vez la faceta más grave del proceso es el empobrecimiento que registró en los últimos años nuestro capital humano, considerando el deterioro en cantidad y calidad que registró la organización de la comunidad nacional, sea en lo que hace a la organización del Estado y el gobierno, de las empresas, de los sindicatos de trabajadores, de las representaciones territoriales o de los usuarios y consumidores, para mencionar las principales formas organizativas de ese capital humano.

Ese deterioro de la calidad y cantidad de las organizaciones que expresan el valor del capital humano argentino es especialmente grave en la actual etapa de la evolución, signada por el tránsito de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento y de la sociedad de las naciones a la globalización.

Sucede que en esta fase de la historia en la que ingresó todo el mundo, como lo señaló Juan Pablo II en su encíclica Centesimus Annus, el factor productivo decisivo pasó a ser la capacidad de conocimiento y de resultas de ello el nivel de productividad del trabajo humano (la capacidad de producción de cada unidad de trabajo en una unidad de tiempo) es cada vez más el elemento decisivo en la creación de riqueza sustentable.

Un ejemplo ilustrativo de esa nueva realidad lo brinda el amigable clima de trabajo y los niveles salariales que existen en empresas como Microsoft, entorno que podría atribuirse a la bondad del carácter de Bill Gates para tratar a sus empleados, pero parece más plausible suponer que de ese modo la empresa informática busca estimular el espíritu de creatividad e innovación de quienes trabajan en ella, dado que la calidad que despliegue su capital humano es la principal condición necesaria para que siga siendo la corporación más grande del mundo.

A propósito de ello, el hecho que General Motors esté hoy casi en situación de quiebra habiendo sido por muchos años la más grande empresa del mundo y que Microsoft haya pasado a ocupar ese sitial, da la razón a Juan Pablo II en tanto muestra de la creciente importancia del capital humano sobre el capital físico e incluso el capital financiero, como factor productivo decisivo.


Resulta así que la caída en la calidad y cantidad de la organización comunitaria en todos los ámbitos de la sociedad argentina registrada en los últimos años, da cuenta del proceso de empobrecimiento que se registró en el valor de nuestro capital humano.

Como hemos visto, los aumentos del PBI en el último sexenio no evitaron un empobrecimiento del capital físico, el capital financiero y el capital humano de la Argentina y es por eso que, usando una expresión tópica pero que tiene la virtud de la brevedad para describir la situación, podría decirse que en los últimos años la economía argentina tuvo mucho crecimiento, pero poco desarrollo.

En otros términos, el crecimiento de la economía argentina en los últimos años fue más similar al de los países productores y exportadores de petróleo (vgr. Nigeria, Irak, Venezuela o Arabia Saudita, por sólo mencionar algunos casos) que al de las economías del Asia – Pacífico, de Irlanda o de Nueva Zelanda.

Los efectos sociales de ese modelo de fuerte crecimiento y débil desarrollo fueron mayor pobreza e inequidad social debido, entre otras razones, a que en lo esencial la creación de riqueza no estuvo determinada por el aumento de la productividad del trabajo humano, usado en plenitud.

De ahí que, si se consideran las posibilidades reales que tiene en nuestro país en términos de acumulación de capital físico, financiero y humano; el empobrecimiento que se dio en los tres ámbitos es un verdadero escándalo que explica, aunque de ningún modo justifica, la magnitud a la que llegó la cantidad de personas situadas por debajo de las líneas de pobreza e indigencia.

Los Números de la Pobreza

Debería ser obvio que, contra lo que parece creer la señora presidente de la Nación, tener cierto grado de precisión en cuanto a la cantidad de personas que en la Argentina de hoy están situadas en la pobreza y la indigencia no es un mero ejercicio académico de la estadística y no debe ser un perverso mecanismo por el que el padecimiento de personas reales, con nombre, apellido, historia y rostro se torne en la acumulación de números fríos.

Sucede que contar con datos cuantitativos ciertos acerca de la pobreza es indispensable para definir políticas, programas y acciones reales y eficaces de abordaje del problema.

Dado que los indicadores elaborados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) han dejado de ser creíbles para todos los que no sean directivos de ese organismo o altos funcionarios del actual gobierno nacional, se impone apelar a otras fuentes para aproximarse a un conocimiento adecuado de la magnitud que tiene el problema social tratado.

Para ello acudimos a una investigación del Instituto de Estudios y Formación de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) que dirige el economista y diputado nacional Claudio Lozano (a quien nadie podría considerar conservador), un trabajo realizado por la consultora Equis que lidera el sociólogo Artemio López (de confesas simpatías hacia el actual gobierno) y a la reciente edición del Barómetro de la Deuda Social que elabora la Universidad Católica Argentina (UCA).

La investigación del Instituto de Estudios y Formación de la CTA dirigida por Lozano ponderó un conjunto de indicadores económicos y sociales para establecer una comparación entre la situación social argentina en el año 2008 respecto de la que existía diez años antes, en 1998 y las conclusiones principales que arroja el trabajo son las siguientes, siempre en referencia a la década 1998 / 2008.

° El Producto Bruto Interno (PBI) medido a precios constantes de 1993 creció un 32,9% y la tasa de empleo aumentó un 13,9%.

° El ingreso medio real de trabajadores ocupados (ingreso nominal corregido por la evolución del Índice de Precios al Consumidor) disminuyó un 24%, lo que representa una brutal caída en la calidad de vida de las familiar trabajadoras ya que en la década se redujo casi en una cuarta parte la capacidad de compra del salario.


° La brecha en el nivel de ingresos entre el primero y el décimo decil (los que ganan más y los que ganan menos) de la población aumentó un 26%, lo que significa que en esta década se acentuó fuertemente la desigualdad en la distribución del ingreso.

° La participación del salario en el PBI se redujo un 11,7%, un dato que acentúa y confirma la injusticia social, habida cuenta que en la concepción peronista los salarios deben estar cerca del 50 por ciento del PBI y hoy no llegan al 30 por ciento.

° La tasa de pobreza creció un 19,7%, lo que indica que casi una quinta parte de la población cayó en la pobreza en la última década, esto es que más de 2,78 millones de compatriotas vieron reducidos sus ingresos por debajo del nivel de pobreza.

°La tasa de indigencia se incrementó un 114%, dato brutal en su magnitud y en su significado ya que, vale recordarlo, las personas indigentes son aquellas cuyo ingreso no les permite comprar la canasta básica de alimentos y la mayor parte de esos 4.839.584 compatriotas están sumidos en condiciones de vida degradantes, despojados de los básicos niveles de dignidad que son propios de la condición humana.


Por su parte, según la consultora Equis de Artemio López, por la inequitativa distribución del ingreso y la fragmentación e informalidad del mercado de trabajo, el 30,8% de la población es pobre por vivir en hogares donde los ingresos no alcanzan para comprar la canasta básica de bienes y servicios y de ese total, el 10,4% de la población - 4,1 millones de personas - son indigentes que ni siquiera pueden costear la compra de una canasta básica de alimentos.

Las cifras duplican última medición del INDEC que para la segunda mitad de 2008, registró un 15,3% de pobres de los cuales el 4,4% sería indigente.

Uno de los factores que explican estas diferencias es que, con la misma canasta de consumo, para el INDEC la línea de pobreza de una familia tipo (matrimonio y 2 hijos) ronda los $ 1.000, mientras que para Equis es de $ 1.500, lo que se debe a la distinta valuación de los precios.

El informe de Equis destaca que en el segundo cordón del conurbano bonaerense, que comprende 13 partidos del GBA (entre otros, Berazategui, Florencio Varela, Ezeiza, Merlo, José C. Paz y Malvinas Argentinas) la pobreza trepa al 45,1%, y la indigencia al 18%. Al mismo tiempo como los hogares pobres e indigentes tienen más chicos, entre los menores de 15 años la pobreza en esos distritos salta al 54,7%.

A partir de aquí transcribimos párrafos de un artículo publicado por Artemio López, en la que el director de la consultora Equis brinda su explicación sobre las causas del aumento de la pobreza.


“Al responder a la pregunta de por qué hay pobres en nuestro país, tras la aceleración de precios observada desde el primer trimestre de 2007, en especial su impacto en el rubro de alimentos y bebidas, especialistas ligados al discurso económico neoliberal y otros supuestamente heterodoxos, advierten sobre la fábrica de pobres que resulta la inflación actual. Pero ésta es apenas una menos que media verdad, o sea una gran farsa”.


“Aún aceptando que la pobreza pasó del 27% en el segundo semestre de 2006, cuando el INDEC era confiable, al 30% en el primer semestre de 2009, según distintas consultoras privadas, la sentencia correcta debiera ser: sólo el 10% de la pobreza actual en Argentina es producto de “la inflación”, en particular de alimentos, acontecida a partir de 2007”.


“Contrario sensu, el 90% de la pobreza obedece a causas no inflacionarias, relacionadas con la estructura distributiva y el mercado de trabajo que aún tras un lustro de crecimiento del PBI a tasas chinas, mantiene 40 puntos de informalidad – 45% considerando a los cuenta propia precarios– con salarios informales promedio de $ 800 y aún salarios formales privados de subsistencia extrema”.


“A tal punto es la carencia en el sector privado que, según la información oficial, para el 20% del universo formal privado, 1,2 millón de trabajadores, los salarios apenas superan los $ 1.500 mensuales, esto es, el equivalente al valor de la línea de pobreza para un hogar tipo metropolitano. En el mercado de trabajo formal privado el 20% de la cúpula se apropia del 50% de la masa salarial y el 20% de la base apenas el 10%. Analizando ingresos por hogar, el 20% de la cima de los perceptores de ingresos recibe el 52% del total, mientras el 20% de la base apenas del 4%”.


“Estas son las causas centrales de la pobreza nacional: un sistema de distribución del ingreso de inequidad creciente y la estructura del mercado de trabajo que reintroduce asimetrías vía empleo informal o concentración en la cúpula de los trabajadores formales privados de la mitad de la masa salarial”.
Finalmente, el Barómetro de la Deuda Social de la UCA en su última edición presenta un diagnóstico diferenciado, tanto del que elaboró el Instituto de la CTA que dirige Lozano cuanto el de la consultora Equis de Artemio López.


Una cualidad que destaca a este informe es que mide la situación social con una mirada más amplia que la evolución del monto de los ingresos que perciben las personas y los hogares ya que, como se puntualiza en el mismo informe, “reducir las privaciones a las condiciones económicas obstaculiza un conocimiento más integral del desarrollo humano y, en consecuencia, un reconocimiento más amplio de los derechos exigidos”.

Así es que el Barómetro estudia lo que denomina el “Espacio de las condiciones materiales de vida” que abarca “hábitat, salud y subsistencia”, “acceso a recursos públicos” y “trabajo y autonomía económica” y lo que llama “Espacio de las condiciones de integración social”, que incluye “capacidades psicológicas”, “tiempo libre y vida social” y “confianza política”.

Aunque el detallado informe resulta muy ilustrativo acerca de las condiciones de ¿vida? que deben soportar los sectores sociales más humildes en la Argentina de hoy, en homenaje a la brevedad remitimos a quienes estén interesados a conocer el informe con más detalle a consultar la página web de la UCA.

Sí diremos que el Boletín del Barómetro que analiza la situación social en la coyuntura da cuenta de que en año 2008 los hogares a lo que no les alcanzaba el dinero que reunían para afrontar los gastos del hogar llegaban al 37% del total y en el 2009 aumentaron al 44% lo que significa un severo agravamiento del nivel de pobreza.

Más allá de las divergencias entre las cifras y las consideraciones de las tres fuentes aquí reproducidas, todas ellas son contestes en marcar que la cantidad de pobres e indigentes en la Argentina de hoy es superior al que reconocen las estadísticas oficiales y constituyen un desafío prioritario que reclama respuestas inmediatas para atender la emergencia y simultáneas líneas de acción estratégica que hagan de la Argentina un país rico con justicia social, para así atacar la pobreza estructural.

Con una imagen brutal pero gráfica, podría decirse que, dada la magnitud que alcanzó la pobreza, la Argentina de hoy se parece a una persona enferma de cáncer a la que se le deben proporcionar en forma inmediata los analgésicos que alivien sus dolores, pero también se debe comenzar un tratamiento que busque curar la enfermedad que causa esos dolores.

Como ir Aliviando los Dolores de la Pobreza


Entre las medidas de emergencia que pueden adoptarse para lograr un alivio coyuntural de la gravedad de la pobreza e indigencia podemos mencionar las siguiente:

°Asignación universal por niño.

°Reducción del IVA a los productos de la canasta alimentaria básica.

°Resolver que la mayor parte de los fondos públicos consolidados destinados a fines sociales (vivienda, educación, salud, medicamentos, programas alimentarios, etc.), hasta ahora se asignados a los oferentes de tales servicios (empresas constructoras, prestadores de servicios educativos y de salud, laboratorios medicinales, proveedores de alimentos, etc.) se distribuyan en forma directa entre las familias en situación de pobreza e indigencia, que son la demanda prioritaria, estableciendo procedimientos que hagan que tales fondos se apliquen a los fines destinados (vivienda, educación, salud, medicamentos, programas alimentarios, etc.) y no a otros. De ese modo se dará poder de decisión a las familias para el uso de esos recursos que en derecho les pertenecen y se terminará con la corrupción y los vicios clientelistas que se registran hoy.

Cómo Restaurar la Riqueza con Justicia Social


Una de las respuestas para terminar con la reproducción estructural de una pobreza y miseria crecientes, es diseñar y poner en marcha una revolución demográfica que termine con la monstruosa macroencefalia que llevó a que más del 30% de la población argentina resida en una superficie que es apenas el 3 % de los casi 3 millones de km2 que tiene nuestro territorio.


Dos frases programáticas del general Perón: “Cada argentino debe producir, al menos, lo que consume” y “La tierra debe ser para el que la trabaja” y un anhelo de Evita que compartimos (“Queremos hacer de la Argentina una nación de propietarios y no de proletarios”) podrían ser el marco de esa revolución demográfica.


La propuesta es crear nuevos centros poblacionales a partir de la entrega en propiedad parcelas de tierra en el interior del país, sobre todo a las familias pobres e indigentes que residen en el conurbano bonaerense y en los cordones periurbanos de Rosario, Córdoba, Mendoza, San Miguel de Tucumán, etc.


Esas parcelas deberán tener una adecuada superficie para la producción mixta de frutas, hortalizas, verduras y cría de animales, con espacios amplios de propiedad común, en parte destinadas a instalaciones para el procesamiento e industrialización de los bienes producidos y la elaboración de comidas que, debidamente conservadas, puedan ser vendidas en los mercados internos y externos y en parte destinados a diversos servicios comunitarios (escuela, iglesia, centro de reuniones, centro de deportes, etc.).


Para hacer posible esta epopeya es preciso que cada uno de esos centros productivos urbano – rurales tengan los servicios y recursos que hacen a la calidad de vida propios de este tiempo que, además del gas, la electricidad y otros insumos similares, implica contar con redes de información y comunicaciones, establecimientos educativos, centros de salud y vías de transporte que permitan que los productos accedan a los centros de consumo.


Otra de las vías para mejorar la calidad de vida popular y en especial de las personas pobres e indigentes es que el Estado en todos sus niveles – nacional, provincial y municipal – cumpla su misión esencial de asegurar a la comunidad el acceso a servicios adecuados de seguridad, salud, educación, administración de justicia, transporte, comunicaciones, vivienda, calidad ambiental, defensa nacional, economía y relaciones con el mundo, por mencionar los principales, cuya calidad en la Argentina, desde hace mucho tiempo y en términos generales, es una porquería.


En el caso de los servicios de administración de justicia, una necesidad y una carencia dramática para los sectores más humildes de nuestra comunidad, para mejorar su calidad y transparencia proponemos democratizar la estructura oligárquica y corporativa del Poder Judicial a través de la generalización del sistema de juicio por jurados establecido en la Constitución de 1853 por la sabia visión de Juan Bautista Alberdi y la designación de jueces, fiscales y otros integrantes de la magistratura mediante el voto popular directo.
Para lograr una mejor calidad en los servicios de seguridad, a la iniciativa anterior agregamos la propuesta de descentralizar los cuerpos policiales a escala municipal con la obligatoriedad para su personal de residir en el ámbito territorial de revista y la elección por voto popular directo de los jefes de cada unidad, complementando esos servicios con estructuras policiales centralizadas de alta profesionalidad para la prevención, control y represión de delitos complejos y del crimen organizado.


Para ampliar la representatividad de nuestro sistema democrático se deben reglamentar y poner en práctica institutos de democracia semidirecta consagrados en la reforma constitucional de 1994, ampliar los canales de representación y participación efectiva de las organizaciones libres del pueblo en los sistemas públicos de toma de decisiones y avanzar hacia nuevas organizaciones libres del pueblo, por ejemplo asociaciones de consumidores y de usuarios de servicios públicos.


Por último, pero no por eso menos importante, debe ser puesto en acción el principio de subsidiariedad en el que se basa el régimen federal, transfiriendo misiones y recursos que hoy maneja la Nación a las Provincias y a los Municipios y concretando una reforma impositiva que haga efectivo el federalismo fiscal.


A nuestro juicio, la dialéctica de confrontación entre Estado y mercado es tan negativa y falaz como la que sólo pone el centro en el colectivo o en el individuo.
En tanto justicialistas, el centro superados de esos antagonismo falaces lo situamos en el pueblo y la alternativa en avanzar hacia la comunidad organizada, buscando encauzar y movilizar las energías vivas y responsables de los sujetos reales que son las personas, las familias, las empresas, los sindicatos, las organizaciones libres del pueblo, promoviendo su activa y creciente participación en el sistema de toma de decisiones para pasar de la actual democracia formal hacia una democracia social, orgánica y directa.

CONTENIDO

PANORAMA POLÍTICO SEMANAL
por Jorge Raventos
(click en la etiqueta para panoramas anteriores)

ANESTESIA SIN CIRUGÍA
por Diana Ferraro

PRODUCCIÓN Y CONSUMO: UN DILEMA ARGENTINO
por Víctor E. Lapegna

2011: ¿Y AHORA QUÉ?
por Diana Ferraro

UNA LECTURA DE LA BATALLA DE VILLA SOLDATI
por Victor E.Lapegna

LA MALA VIDA
por Claudio Chaves

LA RESTAURACIÓN LIBERAL
por Diana Ferraro

A GRANDES MENTIRAS, GRANDES VERDADES
por Diana Ferraro

LA MUERTE DE KIRCHNER PRIVA AL GOBIERNO DE SU VIGA MAESTRA
por Jorge Raventos

LA UNIFICACIÓN DEL PERONISMO
por Diana Ferraro

RETENCIONES: NO A LA SEGMENTACIÓN
por Gabriel Vénica

EL TIEMPO DE LOS POROTOS
por Diana Ferraro

KIRCHNER: CAPITALISMO DE AMIGOS Y PARTIDO DEL ESTADO
por Pascual Albanese

EL PERONISMO LIBERAL Y MAURICIO MACRI
por Diana Ferraro


ARGENTINA EN LA ECONOMIA GLOBAL - I y II
por Domingo Cavallo


EL PERONISMO LIBERAL Y EL DERECHO DE FAMILIA
por Diana Ferraro

EL DESFILADERO
por Diana Ferraro

HUMOR
por Enrique Breccia


ANOTACIONES SOBRE LOS CAMBIOS EN EL AGRO ARGENTINO (DE ANCHORENA A GROBOCOPATEL)
por Daniel V. González

EL DISCURSO SIN CANDIDATO
por Diana Ferraro

LA SECRETARÍA DE CULTURA Y EL RETROPROGRESISMO
por Claudio Chaves

DESCENTRALIZACIÓN: LA LLAVE DE LA NUEVA ECONOMÍA
por Diana Ferraro

LA V DE LA VENGANZA
por Claudio Chaves

ALGUNOS PROBLEMAS DEL POPULISMO
por Daniel V. González

PERONISMO PORTEÑO: PROPUESTA
por Victor Eduardo Lapegna

LA REVOLUCIÓN SIN NOMBRE
por Diana Ferraro

FEDERALISMO O POPULISMO
por Claudio Chaves

ELOGIO DE LA VERDAD
por Diana Ferraro

CONDUCCIÓN, CONDUCCIÓN
por Diana Ferraro

EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO
por Claudio Chaves


LOS BOQUETEROS Y EL PERONISMO FEDERAL
por Diana Ferraro

QUÉ QUEDÓ DE LA VIEJA IZQUIERDA
por Claudio Chaves


EL CAPITAL POLÍTICO
por Diana Ferraro

LOS MOTORES DEL CAMBIO
CIPPEC

DINERO Y CRÉDITO
por Domingo Cavallo

RETENCIONES CERO
por Gabriel Vénica

LOS MOTORES DEL CAMBIO
Los Productores Autoconvocados

LA AGONÍA ARGENTINA
por Diana Ferraro

10 RAZONES FEDERALES PARA DECIRLE NO AL AUMENTO DE LOS IMPUESTOS
por Gabriel Vénica


EL CAPITAL DEL PUEBLO
por Diana Ferraro

EL PODER EJECUTIVO DESAFÍA LA LEGALIDAD
por el Senador Carlos Saul Menem

LA HOJA DE RUTA DEL PERONISMO LIBERAL
por Diana Ferraro

EL PERONISMO Y UN NUEVO BLOQUE HISTÓRICO
por Jorge Raventos


DOCUMENTO CONFEDERACIÓN DE AGRUPACIONES PERONISTAS PORTEÑAS

LA FUSIÓN PERONISTA-LIBERAL
por Diana Ferraro

EL LIBERALISMO Y LA CONSTRUCCIÓN DE PODER
por Jorge Raventos


CONSENSO PARA EL PROGRESO
por Domingo Cavallo

UNA REORGANIZACIÓN DEMOCRÁTICA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS
por Víctor Eduardo Lapegna

LA PRUEBA HISTÓRICA DE UN FRAUDE INTELECTUAL
por Domingo Cavallo


A LA BÚSQUEDA DE UN NUEVO MODELO PRODUCTIVO Y DEL BIENESTAR
por Armando Caro Figueroa


LA POBREZA EN LA ARGENTINA Y COMO COMBATIRLA
por Víctor E. Lapegna


ES MEJOR SUBSIDIAR LA NUTRICIÓN
por Juan J. Llach y Sergio Britos

PRESENTACIÓN DE PERONISMO LIBRE
por Diana Ferraro


CONTACTO

Propuesta y Coordinación de Peronismo Libre:
Diana Ferraro
diana.ferraro@gmail.com

Colaboraciones:
Enviarlas a:
peronismolibre@gmail.com

Seguidores